13/2/13

Un metro cuadrado, mi hogar


Un metro cuadrado, ese es todo mi refugio, ese es mi hogar. Cuando me separaron de mi madre y mis hermanos, me trajeron aquí y desde entonces esta es mi casa. Siempre, desde que recuerdo, he vivido en un balcón. 

A un lado y al otro tengo la pared, enfrente un edificio y detrás, una puerta cerrada que cada día se abre y alguien me pone un poco de agua o algo que comer.
Antes intentaba una y otra vez empujarla desesperado, quería entrar dentro, poder compartir mi frío, mi soledad. Pero, mis dueños, a fuerza de golpes y patadas, me enseñaron a no hacerlo y ahora, solo de pensarlo, me pongo a temblar.

Algunos días, muy pocos, aparece una mujer mayor, lo hace en silencio, casi como si se ocultara. Yo la recibo con alegría, la huelo intensamente y ella se agacha y desliza su mano temblorosa sobre mi cara. La huelo cuanto puedo y dejo caer sobre ella, uno o dos lametazos. Luego se marcha... 

Mis días comienzan al amanecer cuando el sol despunta sobre la casa de enfrente y yo me levanto de la esquina donde cada noche duermo. Entonces me estiro y comienzo a moverle el rabo a los rayos que calientan el suelo y recibo con alegría el olor de las macetas al amanecer. Me enseñaron que sólo podía olerlas y eso hago, sólo aspirar su olor. 
Luego espero, espero a que las calles se abran y se llenen de gente que va y que viene. Los conozco a todos, al tendero de enfrente que cada mañana me chista mientras con la cabeza se lamenta, al cartero, a los niños que acuden temprano al colegio... Y espero y espero...

A eso del medio día comienzo a ver pasar en la distancia a otros perros. Todos ellos pasean al lado de personas que les acompañan a su lado... ¡me encanta! Yo les veo oler y jugar con otros animales que se encuentran, pero, lo que más me gusta es cuando los veo correr, corren sin rumbo por el placer de correr, empujan el aire con su cuerpo y se persiguen y tropiezan y voltean. Yo les ladro, les llamo: <<¡Hola estoy aquí, quiero ser vuestro amigo!>> y ellos siempre me contestan: <<¡Baja, baja a jugar con nosotros!>> Por unos instantes pienso en perderlo todo, en saltar, en tener una oportunidad o en acabar de una vez por todas, pero, pero el miedo no me deja hacerlo y de nuevo les grito, ladrándoles nervioso y triste: <<No puedo, no...>>
Siempre hay algún vecino que entonces se queja y a gritos desde la calle, dice que es una vergüenza, que va a llamar a la Policía, que esto no puede continuar... Yo le miro y de veras, deseo que lo haga, que me saquen de aquí, quiero por fin terminar con ésto, acabar con todo, pero, pero nunca llaman y yo sigo, como siempre, esperando.

Después comienza a atardecer. El sol de puesta, achicharra mi piel e intento buscar refugio tras unos cartones desordenados. El agua del cuenco, yace sobre el suelo derramada por mis torpes patas. Y sólo aguanto, espero a que llegue la noche.

La ciudad se ha oscurecido, el cielo se ha cubierto de estrellas. Hace mucho frío. Tumbado, acurrucado sobre una esquina de mi balcón, sueño con como será mañana, quizás sea un día distinto, distinto a hoy y a ayer, quizás mañana salga de aquí, quizás llegue a pisar la calle y hasta llegue a olvidar que durante muchos, muchos años, un metro cuadrado fue mi hogar, todo mi hogar, mi dulce hogar... 

NOTA: En la calle de delante, en la de detrás o al lado... Si miran hacia arriba cuando pasean, verán que son muchos los animales que viven permanentemente en balcones. La ley lo prohíbe y contempla sanciones para estos casos, pero sin embargo la mayoría jamás llegan a denunciarse.

Raúl Mérida