Escapar no acaba con el sufrimiento, sólo lo prolonga...
Resulta que todos los días me encuentro, igual que ustedes, con alguna noticia que aborda la problemática de que una familia ha sido desahuciada por no poder hacer frente a la hipoteca.
No hay peor espectáculo que ver esos bancos de colorines y puro diseño metidos a usureros. Comisionistas de todo. Especialistas antaño en repartir dividendos entre sus socios, hoy piden sin pudor rescates millonarios a todos, incluidos a aquellos que echan de sus casas.
Pero no pasa nada, nunca pasa nada. Volvamos, pues, a esas personas que, de la noche a la mañana, se ven sin remedio en la calle junto a sus familiares, pertenencias y, por supuesto, animales de compañía.
Llegado a este punto y, dado que de estos son de los que me ocupo, intentaré centrarme en los mismos.
En los últimos meses se ha multiplicado el número de perros, gatos, canarios, periquitos y todo tipo de animales que entran en el albergue bajo la llamada desesperada de sus dueños desahuciados que no quieren desprenderse de ellos o las prisas del juzgado para que acudamos cuanto antes. Vaya por delante que, desde luego, a ninguno de esos animales, con independencia de su raza o pedigree, le importaría, a partir de ese momento, seguir compartiendo con sus dueños la vida, aunque fuera sólo en un trocito de acera, haciendo del asfalto la alfombra de su nueva casa. Pero ni a eso tienen derecho. No se puede ocupar la vía pública. Así que sus propietarios marchan en muchos casos a un albergue de transeúntes y ellos son llevados a albergues de animales abandonados. Y es cierto que, en ocasiones, pasados unos días, vuelven a reencontrarse cuando sus dueños acuden a por ellos tras haberse instalado en una vivienda prestada, alquilada o en casa de algún familiar... Pero, es cierto también que, en otros casos, nunca vuelven.
Supongo que no podrán o, simplemente, decidirán marcharse a vivir lejos, a probar fortuna a algún nuevo lugar donde empezar de nuevo y olvidarlo todo. Pero, se equivocan. Nadie puede huir del dolor por muy lejos que se marche.
En el Albergue de Animales de Alicante viven perros y gatos como Tobías, Luna, Perla, Samuel, Clara... Y muchos otros. Todos ellos fueron también desahuciados por el banco de sus casas y por la vida de sus dueños. Son las otras víctimas silenciosas de la crisis. Protagonistas de historias de infinito dolor que ahora buscan un nuevo hogar.
Raúl Mérida
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