18/2/13

La vida de las mariposas





Existe un tipo de mariposa cuya vida entera dura sólo un día.

Al amanecer sería como una niña recién llegado al mundo. Exploraría los rincones que esconden los pétalos de las flores. Se ducharía con el rocío de la madrugada y bailaría para el nuevo sol.
Más tarde, a media mañana, ya tendría como siete años humanos y empezaría a abrir sus alas al mundo para intentar comprenderlo a su manera. Y el medio día la convertiría en una joven enamoradiza que revolotearía alrededor de las rosas y los claveles y las amapolas… Y soñaría con amores imposibles 
Al atardecer, por el contrario, su cuerpo sería como el de una persona madura, seducida por el suave olor de las flores y la primavera.
Sin embargo, al anochecer, envejecida por el paso del tiempo, se recogería en una esquina, recordando todo lo vivido en un solo día. 
En 24 horas concentraría todas sus pasiones, su amor, sus juegos, sus decepciones, sus esperanzas… Y al final la muerte.

Y muchos pensarán que es una vida muy corta pero lo que es seguro es que cada minuto que la formó, mereció ser vivido.
Supongo que muchas personas en toda su vida de muchos años viven menos que una de esas mariposas en un solo día, porque vivir no es sólo respirar, vivir es sentir, es ayudar y aceptar ayuda, es saber querer y dejarse querer, es sentir y ser sentido.

A lo largo de mi vida he conocido muchas personas sin vida… Todas ellas caminaban, se sentaban, te decían… Parecían estar vivas pero no lo estaban. En cuanto hablabas con ellas, sus propias palabras las descubrían.
Es fácil localizarlas, todas utilizan mucho el "yo" y poco el "tú" al hablar con alguien.
En el albergue las he visto a pares diciendo adiós a sus animales. No les miran a los ojos, no les hablan… Miran a los tuyos buscando tu perdón en vez del suyo y te cuentan de ellos, de cómo se sienten, de qué pena les da dejarlo, de que por ellos no lo harían pero son los demás los que le obligan, de… Y así mil excusas más que no excusan a nadie.
Pero nunca te hablan de ellos, de sus animales. Nunca te preguntan cómo se sentirán, qué pensaran, cómo vivirán la separación de aquellas personas por las que darían su vida, cómo será su existencia en una jaula…
Y así los ves marcharse sin sus perros o sus gatos, libres de remordimientos. Creen que fuera les espera el resto de su vida pero, se equivocan, porque en realidad todos ellos a lo largo de los años que les quedan por cumplir, no viven ni un solo día.


Raúl Mérida