Nos encanta dividir el mundo en dos y nos pasamos la vida clasificando. A mí francamente me aburre pero puestos a entrar en el juego, yo el primero.
Con frecuencia escuchamos que el mundo se divide entre aquellos a los que les gustan los perros y aquellos a los que les gustan los gatos. No creo en esa división , para mí en general el mundo se divide entre aquellas personas a las que les gustan los animales y aquellas a las que no.
A las que nos gustan somos personas que nacimos con una desgracia que nos hace completamente felices, lloramos viendo a un perro perdido, nos emocionamos cuando nuestro perro nos lame, nuestro gato nos roza o simplemente la sombra de un gorrión se proyecta sobre nosotros. Y sí somos personas más que menos sensibles y capaces de oír a los que no tienen voz.
Sufrimos y nos emocionamos cada día. Nos admiramos del vaivén de la hormiga que se cruza en nuestro camino, nos sorprendemos con el canto de una gaviota y allá donde sólo hay una atasco de coches, siempre nos las apañamos para descubrir dentro de algunos de ellos, a ese perrillo empeñado oler el perfume del vehículo que hay al lado.
Sufrimos, sí, pero a la vez somos felices porque tenemos un gran secreto y es que ese sentimiento de amor hacia los animales nos llena de tal manera que nos dibuja una permanente sonrisa en la cara y nos ayuda a ser mejores. A veces alguien nos dice con tono de reproche: ¿Y tú ayudas a los animales en vez de a las personas?. No, se equivoca, el mundo no se diferencia entre los que ayudan a los animales y los que ayudan a las personas, el mundo se diferencia simplemente entre los que ayudan y los que no.
Las personas a las que no le gustan los animales se diferencian a su vez en tres, ¡y dale con las divisiones!, por un lado estarían aquellas a las que no le gustan porque les dan miedo, asco, aprehensión, etc, suelen ser temores heredados de padres temerosos y abuelos con alguna mala experiencia, a éstos simplemente no les gustan, los respetan pero no les gustan, la verdad es que ellos se lo pierden. Por otro están las personas con bastante dificultad para sentir cariño, simplemente para sentir cariño, da igual que este se dirija a un perro o a otra persona, sin embargo es curiosa la habilidad que estos mismos tienen para quererse a sí mismos, ahí sí, ahí derrochan amor sin prejuicio alguno.
Y por último aquellas a las que creen que les gustan, lo creen pero no es cierto. Muchas se acercan al albergue a dejarlos porque los cogieron de cachorro y han crecido demasiado, se suben al sofá o no se comportan como ellos esperaban y encima van y se ponen a darte lecciones. No resulta extraño oírles decirte que ellos quieren más a los animales que tú, que a ver que te has creído. Son las mismas que van y te preguntan mientras dejan a su perro, qué si todos los de las jaulas los han dejado, que qué poca vergüenza por parte de los dueños. Sin duda éstas son las peores y es que a la hora de adoptar un cachorro las personas se diferencian entre aquellas que adoptan eso, un cachorro y aquellas otras que creen que lo que se llevan es un cacharro.
En fin para que darle más vueltas, decía Jean Anouilh que por mucho que cerrara los ojos con toda sus fuerzas, en algún lugar quedaría siempre un perro perdido que le impediría ser feliz, pues bien el mundo se diferencia entre aquellos que sienten como ella y aquellos que nunca leerán este artículo porque el contenido del mismo les importa un comino.
Raúl Mérida