13/2/13

Los mapaches que cruzaron el charco


Roco el mapache

Todos los años miles de personas en España siguen eligiendo como compañía animales exóticos. La mayoría de ellos acabarán abandonados posteriormente.
Roco es un mapache, comprado hace años, en una pequeña tienda de animales. Más que un animal, parecía entonces un peluche que venía, eso sí, sin libro de instrucciones. Pero los meses pasaron y aquel pequeño se hizo adulto.
Y un día, quién sabe si jugando o, simplemente, como forma de defensa, mordió a un vecino cuando éste se acercó a él. Días más tarde desapareció. 
Los hijos de la casa lloraron su pérdida. Había sido como un juguete para ellos.
Nadie supo que le había ocurrido. Nadie salvo su dueño, claro está, que lo había llevado al campo y allí lo había abandonado.

Roco, al verse solo e indefenso, echó a andar como pudo entre árboles y rocas. No estaba preparado para su nueva vida. Hambre. Ruidos desconocidos. Frío. Conocía el eco de la ciudad pero no el de la naturaleza. Tenía miedo.
Caminó incansable huyendo de la noche hasta que quiso la suerte llevarle a una urbanización. Tuvo suerte. Ningún coche le atropelló. Ningún otro animal le atacó. Nadie le hizo daño. Había salvado su vida.
Finalmente alguien lo encontró y nos llamaron. Recogimos al animal. El lector de microchips delató a su dueño que, una vez localizado, acabó confesando todo. Las autoridades se ocuparon de él: Abandono. Puesta en peligro de la vida del animal. Posibilidad de haber producido un accidente de tráfico al andar suelto. Delito contra el Medio Ambiente -si el animal hubiera permanecido viviendo en libertad habría hecho desaparecer otras especies- etc, etc. 
Y el pobre Roco, ignorante de todo, pasó a vivir en una jaula.
Ahora comparte recinto con otros muchos como él. Todos comprados un día y abandonados otro.
Imposibilitados ya para vivir sueltos, se morirían si lo intentáramos. 
Así, olisquean el cielo desde su jaula, escarban el suelo y limpian con sus manos la comida diaria mientras supongo que su corazón anda dividido entre aquellos de su misma especie con los que viven y aquellos otros, humanos inhumanos, entre los que crecieron.
Y es lo que tiene nacer perro, gato o mapache en este caso. Que nunca llegan a darse cuenta que, en realidad, ellos son las víctimas del abandono y no los culpables