Siempre he creído que sólo se puede tener lo que no se posee, lo que no nos pertenece. Lo pienso cada vez que escucho decir a alguna persona: Yo soy su dueño, refiriéndose a un perro, un gato o cualquier otro animal.
Al oírlo, en silencio me pregunto: ¿Cómo se puede ser dueño de un amigo?¿Se puede poseer un solo amanecer, ser dueño del sol o de la oscuridad de la noche?
Apenas nos damos cuenta pero cuando intentamos ser propietarios de lo que no nos pertenece, sólo conseguimos alejarnos de ello y acabamos perdiéndolo.
Es como cuando regalamos flores. Lo hacemos como muestra de cariño o amor. Las flores simbolizan la vida.
Una vez leí que, si queremos poseerlas, si queremos ser dueño de ellas, sólo conseguiremos ver como se marchitan y mueren en el salón de nuestra casa. Pasadas unas horas, unos días quizás, aquellas flores yacerán convertidas en pétalos secos.
Algún día nos daremos cuenta de que, sólo se pueden poseer compartiendo con ellas la vida. Viéndolas nacer y crecer en el campo una y otra vez. Sintiendo como el viento las mece, como el agua del rocío las hace brillar... Sólo así nos pertenecen.
De la misma forma ocurre con los animales. No somos dueños, sólo compañeros. Responsables de ellos, de que cada día amanezcan a nuestro lado, de que nunca les falte de nada.
Cuidamos de su vida, de su felicidad y la dejamos que camine al lado de la nuestra. Somos sus amigos y ellos son los nuestros.
Sólo poseemos las sensaciones, de los sentimientos que su cariño nos produce.
Somos dueños del frescor de sus lametazos, de la alegría de cuando salen a recibirnos. Tenemos escriturado a nuestro nombre desde que nacen, su fidelidad de por vida.
Poseemos una póliza imaginaria que nos asegura sin límite, su amor, su cariño...
Así somos dueños de ellos, cuidándolos, protegiéndolos, estando siempre a su lado y, sobre todo, respetándolos.
Por eso, cuando a menudo hablamos con alguna persona a la que se ha denunciado porque tiene un animal que recibe palizas o al que mantiene viviendo en pésimas condiciones (atado, al sol todo el día, sin comida...) y va y nos suelta eso de que "Es mío y yo hago con él lo que me da la gana" siempre pienso que no hay nada más atrevido que la ignorancia.
Ese perro, gato... no es suyo, ni lo será jamás porque ni lo entiende ni sabe de su cariño, porque jamás ha disfrutado de su amistad. No lo es, porque simplemente no siente nada por él.
Los animales son nuestra responsabilidad, no nuestra propiedad.
De todas formas que no se preocupen todos aquellos que les pegan o los tienen mal, si no acaban de entenderlo. Será la justicia y las sanciones que se les impongan por ello, las que en su momento, se lo acaben de explicar.
Raúl Mérida