Que los humanos llevan toda la vida dando por saco a los animales es una verdad irrefutable, lo han hecho de cuantas maneras les ha sido posible. A veces con mucho ingenio y siempre con mucha mala leche.
A lo largo de la historia se les ha usado y explotado cuanto se ha podido. Los perros han servido desde el pastoreo, caza o guardia hasta como mano de obra barata. Los burros atados a cargas insufribles o arados "revienta-mulos" han sido durante décadas el medio de transporte más usado en todo el planeta.
Todos tratados y a menudo maltratados por el ser humano.
Pero de todos los usos y abusos a los que se les ha sometido, son aquellos relacionados con las guerras y combates lo que más hirientes me resultan. ¡Qué decir de todas esas famosas guerras que cruzan la historia de la humanidad! Caballos a los que se les tapaba los ojos y se les cerraban los oídos para que sólo atendieran la orden precisa del jinete. Animales conducidos a la muerte sin saber ni siquiera por qué luchaban ni contra quién lo hacían.
Y no piensen sólo en lejanas épocas de hace muchos siglos. El uso de los animales ha estado presente y vigente en conflictos más recientes. Por ejemplo, en la guerra de Vietnam tuvieron un protagonismo decisivo.
Si recuerdan en aquella contienda, la tierra de Vietnam se llenó de túneles infernales donde se refugiaban las personas huyendo de los americanos. Se crearon en los mismos auténticos fortines, cuarteles militares desde los que se dirigían las batallas del exterior. Pronto ambos bandos se dieron cuenta que el resultado final de aquella guerra se libraría en el interior de los mismos. Los americanos formaron soldados preparados y adiestrados convenientemente para ello. Cuerpos especiales dotados de los medios más avanzados para ver en la oscuridad. Y así, poco a poco, la balanza cambió de bando y los vietnamitas empezaron a perder batallas en el interior de los mismos ante la supremacía de los medios tecnológicos del enemigo.
Pero fue entonces cuando se impuso la filosofía que domina su cultura y, como tantas otras veces, volvieron la mirada hacia su entorno más cercano. Ellos eran conocedores del terreno mejor que nadie. Podían diseñar túneles aún más complicados pero sobre todo podían hacer mucho más, podían usar la fuerza poderosa y letal de la naturaleza.
Dicho y hecho. Capturaron a las serpientes más peligrosas y venenosas del entorno y las hicieron criar para ellos. A partir de ahí, cuando preveían el ataque cercano de los yanquis, las introducían rápidamente en cañas de bambú que dejaban sobre el suelo. Sólo quedaba esperar. Era infalible. Cuando los americanos entraban, al pisar y mover las cañas, salían las serpientes reptando y ellos huyendo inmediatamente, sabedores de que aquellos a los que mordían no llegarían a la noche.
Y es que el hombre es así, capaz de hacer lo mejor por ayudar y proteger a cualquier ser vivo que lo necesite pero, también, capaz de acabar con él si es él mismo el que lo quiere o necesita.
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