21/4/13

Sirenas


Cuenta Mario Benedetti el relato de un hombre procedente de un pueblo del interior, donde ninguno de sus habitantes habían conseguido ver jamás el mar. Sin embargo, él lo logró, marchó camino de la costa hasta llegar al mismo océano y, allí embarcó, surcando las olas de orilla a orilla. Pero el tiempo pasó y sintió la llamada de sus raíces.
Regresó. Volvió a su antigua casa donde cada día se acercaba alguno de sus vecinos, para que les contara historias del mar. Él les hablaba de sus viajes, del olor a brea, de los distintos azules del mar… Hasta que, un día al despertar, se dio cuenta de que ya lo había contado todo. Entonces, cuando aquella mañana, como todas, alguien se le acercó y le preguntó: 
     -   ¿Y qué más...?
Él, en ese mismo instante, comenzó a hablar de Sirenas.

Me la presentó un ángel y desde entonces, cada día acudo a verla.
Es una de esas perras que viven solas, sin más compañía que el aire que la envuelve.  Pese a que me dijo su verdadero nombre, yo no lo recuerdo… Siempre la he llamado "Olvidada".
Posee por único hogar, un terreno de escasos metros, maltrecho y frío y por compañía, el eco y la soledad. Sin casa ni caseta, sin resguardo ni techo, hace frente con su cuerpo erguido a las temperaturas heladas y el viento bajo cero, que a veces la visita. Y así, con el alambrado que cerca su espacio como único abrigo, recibe el invierno más frío y la noche más oscura. También tiene a alguien que se autollama “su dueño”, pero sus días no recuerdan mano alguna que oler ni lamer. Nunca palabras cariñosas, tampoco miradas dulces… Jamás escuchó un "te quiero", no sabe lo que es una caricia. Por increíble que parezca, "Olvidada" fue olvidada hace mucho tiempo.
Quizás por eso, cuando puedo, me gusta acercarme hasta ella. Desde la valla la llamo y ella levanta su cara, entre sorprendida y extrañada. Luego salta y, alegre, me agita su cola de lado a lado. No hace falta haber sido querido para saber querer. Yo le cuento cosas que suceden más allá del encierro de donde nunca salió, le hablo de otros perros que tienen amigos que les cuidan y quieren, de paseos al atardecer, de hogar…  Ella agradece con lametazos que se quedan en el aire por la distancia, mi compañía.
Pero luego me marcho y, de nuevo, queda olvidada.
Por eso, cuando el otro día me dijeron que podría llevármela de allí, siempre que, eso sí, encontrara una nueva familia para ella pensé que quizás por fin podría enseñar a “Olvidada” lo que significa la palabra familia… Y que jamás pudiera llegar a pensar que todo lo que le conté, no eran sino historias de sirenas.