25/5/13

Sin mar


Existe un antiguo cuento, transformado por los distintos autores, que habla de un pueblo marinero donde no existía mar. 

Al parecer, aquel lugar poseía todo lo necesario. Tenía playa, puerto, faro, barcos y hasta aguerridos marineros… Pero, desgraciadamente, no tenía mar. 
Nadie sabía el motivo. La cuestión es que, en el preciso lugar donde tenía que estar, lo único que se levantaba era una inmensa pinada. Los pescadores se quejaban a menudo desconsolados, aquello era su ruina. 
¿De qué podían vivir si, por no existir no existía, ni al menos unos pocos metros de río donde ejercer su profesión? Todas las mañanas acudían al lugar donde debía estar el mar para ver si, por casualidad, por fin había llegado… pero, no había suerte, nunca estaba. Ante la preocupante situación, el alcalde decidió viajar hasta la capital y acudir al jefe del gobierno para pedir su mar.  Ni siquiera le recibió. Por toda respuesta obtuvo, en forma de mensaje, una disculpa por el olvido imperdonable de los organizadores del país, al no ponerles el mar que les tocaba. Así que, decepcionado, volvió a su pueblo. 
Sin embargo, al explicar la situación, un grupo de marineros, fuertes y valientes, decidieron marchar a América porque allí existe mucho mar.
¡Y lo consiguieron! Lo agarraron fuerte de una de sus orillas y, poco a poco, fueron estirando más y más de él, hasta que consiguieron que el mar llegara a su localidad. La verdad es que estaban muy orgullosos pero, aunque la gente estaba contenta, no acababan de tomarse en serio ese mar, cuentan que hasta los peces se lo bebían y cada día había que reponer el agua… Y eso sin contar la gente que se lo llevaba en cubos o en botellas por la noche o que quitaba las olas. Hasta tuvieron que levantar un muro y poner vigilantes para evitar los robos de mar.
Pero, en realidad, los problemas más importantes llegaron luego cuando comenzaron los naufragios, la gente que se ahogaba en verano, las tormentas…
Así que se reunieron todos de nuevo y decidieron qué hacer con el mar, porque, la verdad, no les había salido muy bueno.
Hubo quien sugirió venderlo pero la gente no suele querer un mar de segunda mano, otros pensaron en regalarlo pero, era un fastidio buscar un lazo tan grande… Así que, al final, a alguien se le ocurrió una idea que resultó ser la elegida.
Al día siguiente se puso en marcha y, al anochecer, ya estaba ejecutada.
El mar fue asfaltado. 
La verdad es que, según el cuento, quedó horroroso de feo pero, dicen que los coches rodaban muy bien por el mismo.

He decidido que el nuevo año estrene estas historias con este cuento. 
Al fin y al cabo, yo deseo que éste sea un año de lucha por sueños imposibles con meses cargados de ilusión para transformar aquellas injusticias que nos rodean, con días para la búsqueda de un nuevo mundo que reconozca sus derechos también a los animales. 
Sin maltrato, sin abandono, con amor… 
Y, por supuesto, con mucho mar y poco asfalto.



Raúl Mérida