21/6/13

En el cielo

Me dijo que había sido tan especial, tan bonito... y con lágrimas en los ojos me explicó los últimos instantes de su madre.

-     Estábamos de nuevo en el hospital. Era la tercera o cuarta vez que ingresaba en apenas seis meses. A veces me imaginaba que era sólo cuestión de tiempo pero luego la miraba y la veía luchando y de nuevo creía que el milagro era posible. Una y otra vez la vi burlar a la muerte, dejarla plantada en el último momento y volver a sonreír. Pero supongo que todo tiene un final. Mis hijas estaban alrededor suya. Cada una a un lado y yo, desde enfrente, observaba atenta y calmada la escena para no olvidarla jamás. Era el retrato de una despedida. Cogieron con fuerza la mano de su abuela... y ella, como si fueran las últimas asas que le unían al mundo, las apretó con amor y rabia. Para entonces, el dolor se había abierto camino por su cuerpo y, a su paso, arrastraba sus últimos pensamientos. Sin fuerzas ya no era ella. Su carácter y su genio la habían abandonado. Y de pronto, ocurrió... Ella lanzó sus brazos al aire. Los agitó como si fuera una gaviota. Enseguida me di cuenta que mi madre en ese mismo momento había comenzado a volar marchándose de este mundo A veces me pregunto cuál sería su destino.

No le contesté... En estos casos, el silencio contiene las mejores palabras.
Sólo pensé y recordé a una persona que una vez me preguntó acerca del cielo de los animales. 
-     ¿Cómo será? ¿Dónde estará? - me dijo.
-     ¿Cómo? Debe tener la forma como de un corazón amplio y limpio - le contesté. 
-     ¿Donde? Es muy sencillo. Sólo tienes que ponerte la mano en el tuyo. ¿Lo escuchas latir? Ahí viven todos los animales. Los que una vez tuviste, los que tienes y los que tendrás. Ese es el paraíso para ellos, el corazón de sus dueños-.
-     ¿Y los abandonados? ¿Donde irán ellos cuando mueren? - de nuevo me preguntó.
-     No lo sé, pero a veces, creo que los animales abandonados cuando mueren, también viven al lado de sus dueños. ¿Quién podría prohibirles hacerlo? Ellos deben buscar sitio en el corazón de los que un día los abandonaron pero, desgraciadamente, allí no hay lugar para ellos. Así que, tristes y solos, como pueden, se instalan en sus conciencias... y sólo aparecen cuando un perro ladra o un gato maúlla. Entonces les recuerdan que una vez existieron y que siguen vivos en su remordimiento.

En realidad cada vez estoy más convencido de que, mientras se viva en la memoria de alguien, nunca se muere y da igual que camine a dos o cuatro patas, que vuele o que sea capaz de surcar el océano más profundo.
El amor es amor y vive sólo en el corazón de quien lo siente. 
Quien quiere, quien de verdad ama... ama para siempre.


Raúl Mérida