Historias increíbles

Tigres y leones en pisos, pumas en chalets, linces, monos, serpientes...

Historias que ellos no pueden contar

Debemos hacer eco de sus historias; rescates, maltratos...

Historias que podrían haber sido la última

Cachorros, ancianos, con pedigree, inválidos... Da igual su raza y "valor".

Historias de rechazo

Muchos son abandonados cuando dejan de ser "útiles".

Historias de supervivencia

Historias que narran la lucha por sobrevivir al abandono.

27/12/12

Hombre bueno, hombre malo

Cuenta la biología que hace millones de años, tras miles de intentos inútiles, varias moléculas consiguieron el inédito objetivo de dar lugar a una célula. Otros millones de intentos más tarde algunas de estas células consiguieron llegar a reproducirse. El milagro de la vida estaba en marcha. 


A partir de ese momento ha habido un mucho de todo: evoluciones, involuciones, revoluciones y devoluciones. Civilizaciones enteras desarrolladas para conseguir acabar con otras. Guerras mundiales, nacionales, locales. Grandes destrucciones masivas y grandiosas creaciones universales. El ser humano ha dado muestras incuestionables de su inmenso poder para lo mejor y su innegable habilidad para lo peor.


Fue el gran genio Leonardo Da Vinci quien dio buena cuenta de todo ello en el dibujo que realizó de "La última cena". No sé si conocen la historia.

Leonardo había finalizado dicho fresco, pintado sobre la pared de una iglesia, salvo un pequeño detalle que le robaba el sueño. Le faltaba para darlo por terminado sólo dos rostros: el de Cristo y el de Judas. El bien y el mal.

Un día, por fin, encontró un modelo que reflejaba fielmente la cara bondadosa de Jesús. La encontró una noche en la ópera. Entre los cantantes había un barítono cuyo rostro era la imagen perfecta de limpieza y pureza. Inmediatamente lo llevó a la iglesia y, sin que tuviera que pagarle nada por ello, inmortalizó aquel rostro angelical.
Posteriormente volvió a tapar la pintura con una cortina para que nadie pudiera observarla hasta acabarla totalmente.
Pasaron los meses y no encontraba cara alguna para el retrato de Judas. Pero una noche, asistió a una pelea entre mendigos. Uno de ellos se mostró tan fiero, desafiante y agresivo que Leonardo se dio cuenta que ya había encontrado el modelo de Judas.

Lo llevó a la iglesia, previo pago por ello y, una vez finalizado el retrato, le preguntó si quería ver la pintura ya terminada. 
"Ya la vi hace tiempo", contestó.
"Imposible. A nadie se lo enseñé nunca", dijo Da Vinci. 
"A mí, sí. Entonces todo me iba bien. La vida me sonreía. Yo fui la cara de Cristo. Hoy, ya ves, le doy rostro a Judas. La vida es así. Todo cambia".

Quien contemple hoy en día la pintura de Da Vinci en la iglesia Santa María delle Grazie, en Milán, descubrirá que ambos personajes comparten rostro. Idénticas facciones para representar el bien y el mal.
Quizás por eso, en estos días en los que acaba el año no dejo de pensar en lo difícil que ha sido para todos, también para los animales. Muchos de ellos conocieron a lo largo de este año la cara más amarga de los hombres y descubrieron cómo fueron capaces de pagar su entrega y fidelidad con abandono y maltrato.
Pero también muchos otros descubrieron la parte buena de éstos en forma de adopciones, familias y hogar.

Ojalá para el próximo año sepamos encontrar la genialidad de la que todos somos capaces y desterrar para siempre la maldad de nuestro lado.



20/12/12

La piel de un tigre


Si me lo permiten me gustaría hoy meterme bajo la piel de un tigre.



Mi madre me parió entre las rejas oxidadas de una caravana en un viejo circo.
Era enero. El frío se colaba entre los barrotes. Nunca conocí a mi padre. Sólo recuerdo a mi madre. 
Todos los días, un par de veces al menos, la sacaban a latigazos para su actuación diaria. 
Sobre una carpa, en una pista de arena, repetía la escenografía aprendida. Saltos sobre el domador.
Zarpazos al aire. Carreras entre bancos.
Después volvía. La traían por un túnel de rejas que acababa en nuestra jaula.

Ella se acercaba hasta mí y me lamía una y otra vez. No sé si me pedía perdón por haberse ido o porque sabía que me esperaba la misma vida que a ella.
Poco a poco fui creciendo. Primero, cachorro. Luego, joven... Lo mismo lamía la frente de mi madre que la mano de mi cuidador. Doscientos kilos de peso, pero con el mismo instinto que un gato.

Y llegó la hora de mi adiestramiento. Mi dueño me había reservado uno de los números más difíciles. Sería el encargado de realizar el clásico baile del fuego. Caminaría sobre un elefante mientras el sonido de un tambor envolvería todo el ambiente.
Comenzaron los ensayos. Me situaron sobre una plancha caliente y empezaron a elevar la temperatura de la misma. Al principio podía resistirlo, pero, poco a poco, empecé a quemarme. Entonces levanté primero una pata; luego, la otra, y así sucesivamente para aliviar el dolor. No podía huir, sólo intentar resistir. Mientras tanto escuchaba el sonido del tambor insistentemente. Al parecer, así acabaría relacionando las quemaduras con el sonido del instrumento. Cuando, finalmente, tras muchas repeticiones, subido a un elefante oyera éste, ante el temor de quemarme comenzaría a moverme como si estuviera andando. Ese era el plan y el método ancestralmente usado para enseñarme a hacerlo.
Hubo un problema.
Semanas más tarde, durante uno de los ensayos, bien por descuido o intencionadamente, subieron la temperatura por encima de cualquier límite. Mis gritos de dolor rompieron el aire. Las palmas de mis patas se quemaron para siempre.
Desahuciado por mis dueños, me vendieron por el valor de mi piel. No había esperanza para mí.
Pero quiso la vida regalarme una última oportunidad. Una certera intervención policial me rescató justo antes de mi sacrificio y me buscó un lugar donde vivir.
Hoy las quemaduras de mis patas son ya sólo un mal recuerdo.

Vivo en el Santuario de Animales Arca de Noé en El Roal, junto a otros tigres que, como yo, han conocido el lado más inhumano de los humanos. Nunca conoceremos la felicidad. No sabremos del sonido de la selva, ni del olor de la libertad.
Pero, al menos, tampoco seremos infelices. No tendremos miedo a nada. No cerraremos nuestros ojos cada día intuyendo el golpe que va a venir porque nadie jamás volverá a hacernos daño. 
Ojalá la vida de cada uno de nosotros sirva como ejemplo de lo que nunca debió ocurrir, de lo que jamás volverá a pasar.



Raúl Mérida

13/12/12

Serpientes con corazón


Tic, tac, tic, tac! 
Sólo se escucha un viejo despertador en un piso vacío. Salón, cocina, cuarto de baño y tres dormitorios en alquiler.
Ningún mueble. 
El anterior inquilino se lo llevó todo. 
O casi todo.
Una pareja joven, trasladada desde el norte, decide alquilarlo por Internet  Unas fotos les bastan. Se hacen las transferencias económicas y las llaves les llegan por correo contra reembolso. Y un día hacen la mudanza.

Primero llegan ellos. Después, el camión cargado de muebles.
Entran en la vivienda y todo está correcto. Comienzan la descarga. Camas, armarios, sillas, sillones y sofás. Y, de pronto, algo inesperado. Tras la puerta de un armario aparece un mueble de cristal. Una especie de urna transparente que guarda en su interior un viejo despertador en funcionamiento y, enrollada sobre éste, una impresionante serpiente. Cinco metros mide su cuerpo.
Todos quedan paralizados por la visión del animal. Los nuevos inquilinos deciden dejarla tranquila. Al fin y al cabo, está como dormida, medio muerta, parece. 
- Alguien debió dejarla aquí y alguien volverá a por ella -, piensan.

El animal no se mueve. El tiempo pasa. 

La pareja ya está hecha a su nuevo hogar. Han ocupado todo el piso salvo aquel armario donde serpiente y despertador conviven juntos encerrados bajo llave. Extraña compañía.
Los días se convierten en semanas y las semanas en meses...

Y así, tres meses más tarde la pitón despierta.
Empieza a bostezar, a reptar rápidamente por toda la jaula. Se desliza sobre el cristal. Su cuerpo parece no tener inicio ni final.
Ya no se escucha el reloj que la acompaña, sólo se oye su cuerpo intentando salir del encierro. 
La pareja que vive en la casa tiene miedo. Oye ruido de golpes. Piensa que el terrario podría haberse roto, que la serpiente puede haber escapado. Es domingo. Son las tres de la tarde. Llaman a la policía.
Horas más tarde pudimos rescatar al animal.

Era una serpiente procedente del tráfico ilegal de especies. Una maravilla de la naturaleza que algunos seres humano se empeñan en sacar de su medio natural y encristalar de por vida. 

Por eso, quizás, no entiendo muchas veces por qué la gente se asusta cuando ve una de ellas porque, al fin y al cabo, los reptiles puede llegar a tener varios corazones y, por cierto, muy grandes mientras que hay muchas personas que, simplemente, no tienen corazón.



Raúl Mérida

6/12/12

Un lobo en libertad

Apriori todo parecía sencillo.

- Nos acaban de solicitar autorización para el sacrificio de un lobo por parte de un centro que, por la crisis, va a cerrar ¿Podéis salvarlo?.
Creo que más o menos, eso fue lo que escuché cuando, a través del teléfono para aquel pobre animal. 
- ¡Por supuesto! - contesté - El lobo se viene para Alicante.

Una fría mañana de enero, de hace ya algunos años, quedamos para el traslado. Los permisos estaban concedidos. Sólo quedaba sacarlo de allí. Los encargados del parque introdujeron al animal sedado en el interior de una jaula de seguridad. El lobo, aparentemente, dormía tranquilo. 
Después, cargamos la jaula dentro de la furgoneta y nos dispusimos a emprender el regreso a Alicante. Todo iba bien… pero, a mitad de camino, de repente, un sonido se escuchó detrás. 

A través de una pequeña ventana que nos comunicaba con la zona de carga, pudimos ver cómo el animal rompía en mil pedazos su jaula. No tuvimos tiempo de reaccionar.

El lobo enseguida apoyó su cabeza sobre el cristal de detrás y lanzó tal mordisco a la ventana que hizo añicos la misma en un segundo.
Para entonces yo había conseguido salir de la autopista. Menos mal, porque el animal no lo dudó. Saltó del vehículo y desapareció. 
Pasamos momentos muy malos. Temíamos por él. 
Pusimos cuantas denuncias pensamos que podían ser útiles para localizarle. 

Recuerdo las horas siguientes. La primera noticia llegó a través de la Guardia Civil. Algunos senderistas decían haber visto un lobo en una montaña cercana.
Era la señal esperada. Salimos hacia el lugar donde las llamadas lo situaban. Por el camino pensaba cómo era posible que hubieran sabido reconocerle y no creyeran que era un perro... Pero, cuando lo vi en aquella montaña, me di cuenta de lo que es un lobo en su medio natural. Sus cuatro patas se movían como si cada una de ellas tuviera vida propia. No caminaba, se deslizaba. Había que cogerlo. No habría podido vivir mucho allí. No tenía comida y, según se conociera su presencia, no faltarían voluntarios para acabar con él.

Finalmente, el animal fue sedado y cuando cerró sus ojos por el sueño lo cogí sobre mi hombro derecho y lo bajé personalmente en brazos por la montaña. 

Yo iba delante y mis compañeros detrás. Quizás por esa vergüenza que sienten los hombres al llorar no quise que me vieran y aceleré el paso. El caso es que aún hoy no sé el motivo de mis lágrimas. Quizá fuera por toda la tensión pasada aquellas horas. Quizá por la alegría de haber podido rescatarlo y, a la vez, la tristeza de pensar que aquel pobre animal sólo estaba a salvo viviendo en cautividad. O, quizá, por la emoción de haber visto en directo uno de los mayores espectáculos que la naturaleza puede ofrecerte: un lobo en libertad.


Raúl Mérida


29/11/12

En busca del fin





La carrera espacial no se ha nutrido sólo de "superhombres" formados como astronautas, ni de sofisticadas naves aeronáuticas. 
Uno de los mayores aportes, con mucha pena y poca gloria, lo han hecho los monos que han dejado sus vidas en pro del avance de la ciencia.

En 1948 Albert se convirtió en el primer mono que la Nasa enviaba rumbo al espacio. Su aventura duró poco. Murió sofocado durante el vuelo.

En 1949 Albert II, así se llamaba el segundo mono astronauta, voló también al espacio, muriendo por un choque brutal durante el trayecto. A éste le siguieron Albert III y Albert IV, muertos también por graves impactos. 
Albert V, otro mono pasajero de un cohete, como los anteriores, falleció por un defecto en el paracaídas cuando la propia nave lo expulsó para comprobar las medidas de seguridad de la misma.

Finalmente fue Albert VI el primer primate que sobrevivió a un vuelo espacial. Eso sí, murió dos días después de volver a la tierra, seguramente por la presión y el estrés padecido durante todo el vuelo.
Sin embargo, todos éstos no fueron los últimos en viajar.
Sólo los primeros.
A ellos les siguieron otros muchos. Unos murieron igual que ellos y otros salvaron su vida, aunque, seguramente, desorientados, perdieron para siempre el sentido de las mismas.
Y no sólo fueron los americanos, también los rusos, franceses y hasta argentinos han mandado monos al espacio a lo largo de todos estos años.
Así que en estos días en los que tanto se está hablando de Marte y de los descubrimientos tan fantásticos que nos reserva ese planeta, no puedo olvidarme de todos aquellos animales que son parte olvidada de la historia. Seres anónimos que, por no tener, no tenían ni siquiera un nombre distinto, sino el mismo con distinta numeración.
Por eso, cuando paseo por el Centro de Rescate y me acerco a los monos recogidos en el mismo y veo sus ojos, esos ojos tan humanos que no dejan de hablarme.
O cuando alargan sus brazos y con sus manos estrechan las mías y las aprietan buscando calor y protección. 
O cuando se nos abrazan al pecho para dormirse escuchando el latido de nuestro corazón.
No dejo de pensar en todo el dolor, en la angustia, en el sufrimiento que debieron vivir todos aquellos que sin saber por qué ni para qué, sin tener la menor idea de cuál sería su fin, un día se vieron metidos en una nave con destino a morir.

22/11/12

El significado de ser un coatí


Ser coatí en libertad significa;
Extremadamente sociable, su vida transcurre en grupos de veinticinco o treinta miembros que, entre ellos, establecen unos lazos de amistad muy estrechos.
En realidad, en su mayoría serán familia. Primos, hermanos e hijos que vivirán en armonía durante todo el año.
La reproducción se producirá sólo durante los meses de marzo y abril. Tras ella, sesenta y cinco días más tarde, nacerán de una a media docena de crías que se incorporarán al grupo. 

Los coatíes caminan apoyando sus cuatro patas y, como atletas que son, suben a un árbol con la misma facilidad con la que trepan sobre sus ramas o corren sobre el suelo. 
La madre naturaleza, a través de la tierra, les da toda la comida que necesitan. Lo mismo se alimentan de gusanos que de lagartijas, igual de fruta que de verdura. 
Ser coatí en libertad significa vivir felizmente.

Ser coatí en una jaula significa;
Comprados en tiendas siendo crías pasan del encierro del expositor en el que se oferta su vida a un encierro de alambre y hierro.
Su alimentación será, a partir de ese momento, comida de perro o gato. 
La temperatura ambiente pasará a ser la que marca en casa el termostato de la calefacción en invierno y el aire acondicionado en verano. Las horas de sol vendrán reguladas por el interruptor de la luz.
Intentarán encontrar en el sofá de la casa un mullido árbol y, en las cortinas, ramas por las que trepar cada día. Los destrozos no se harán esperar. 

Sin embargo, lo peor estará aún por llegar. Según se acerque la primavera, su instinto natural comenzará a aflorar. El territorio será a partir de ese momento un lugar a defender y sus dueños, adversarios con los que competir. 
Entonces llegarán las agresiones. Y así, meses más tarde, unos acabarán siendo abandonados y otros donados a centros donde vivirán encerrados para siempre.
Ser coatí en una jaula significa morir indignamente.

Los coatíes recogidos en el Centro de Rescate de Animales Salvajes de Alicante Arca de Noé viven en un recinto especial adaptado a sus necesidades junto a un grupo numeroso de mapaches.



Raúl Mérida

16/11/12

Pincho, el puercoespín africano


 Puercoespín Africano -Hystrix Cristata-. De unos 60 cm de largo y 25 de altura, pueden llegar a pesar más de 15 kg. Su característica más llamativa son sus largas y afiladas púas. Procede de África, aunque actualmente existen ejemplares viviendo en libertad en el sur de Italia y en Asia, seguramente introducidos hace siglos por los romanos durante su imperio.

Diciembre de 2009. Playa de Punta Cires. Marruecos. Una de la madrugada.
Una lancha en la orilla es cargada a toda prisa. Decenas de cajas y jaulas se depositan sobre la misma.
Minutos más tarde la embarcación arranca motores y las hélices comienzan a cortar el agua. La noche cubre el cielo. El viento frío hiela la respiración.
Catorce kilómetros y medio les separan de su destino: España.
Uno de ellos comprueba el cargamento: droga, tabaco de contrabando y varias jaulas con pequeñas crías de puercoespines. "¿Quién querrá eso?", se pregunta en voz alta. "¡Estate atento!", le dice el compañero. "Ya sabes lo que tienes que hacer. Si ves la patrullera, lo tiras todo al mar. Las pruebas tienen que ser destruidas".
Los animales, apiñados unos sobre otros, se protegen del frío y del miedo.


Poco saben de todos los que cada año mueren ahogados en el fondo del mar atrapados en sus propias jaulas. Finalmente, llegan a Tarifa. Fin del viaje.

Varias personas les esperan para descargar el alijo. Todo llega vendido. La droga viaja a Madrid. El tabaco se queda en el sur. Los puercoespines, para Alicante, Valencia y Murcia.
Las reservas de animales realizadas por Internet han sido convenientemente atendidas.
Uno de los puercoespines ha sido comprado por una familia de Altea. Un chalet adosado será su próximo hogar.
"¡Nueva vida!", debieron pensar sus dueños. Adiós a su familia. Ningún contacto con otros animales como él. Cambio de paisaje. Cambio de costumbres: Vivirá de día pese a ser un animal nocturno. Para comer: pienso de gato, aunque sea herbívoro. Y responderá a un nombre: "Pincho". Y "Pincho" se acostumbró a ser una mascota. Atendía a la llamada de sus dueños, aprendió a comer lo que le daban y a que su vida transcurriera en los diez metros cuadrados escasos que medía el patio en el que vivía. Pero nada podía hacer contra su naturaleza. Sus pinchos eran cada vez más largos y por la noche había descubierto cómo escapar de su encierro a través de un pequeño agujero. Así que pronto comenzaron a aparecer coches pinchados por sus púas y algún que otro perro que también se llevaba alguna cuando intentaba atacarle.
Un día alguien denunció a sus dueños. El animal fue retirado y ellos sancionados.

Ahora "Pincho" vive en el Centro de Rescate de Animales Salvajes de Alicante, en el Arca de Noé. Desgraciadamente no podrá jamás volver a vivir en libertad. Posee el peor defecto para ello. Es amigo de su peor enemigo: el hombre.


Raúl Mérida

8/11/12

Solo, león víctima de la explotación económica


<<El león -Panthera leo- es un mamífero carnívoro que puede llegar a pesar  más de 250 kilos de peso en estado adulto. Viven, principalmente, en África y Asia. Es muy territorial aunque, habitualmente, su vida transcurre en manadas jerarquizadas>>.

Siendo un bebé llegó a su nuevo destino con un contrato que cumplir.  Por la noche un cámara ofrecería  a los clientes de la discoteca fotografiarse a su lado. Por la mañana sería a los rezagados que permanecieran en la barra de fuera.
Las expectativas se cumplieron. Miles de personas se fotografiaron aquel verano a su lado.
Pero pasó el tiempo, el calor dio paso al otoño y luego al invierno.  El animal fue cumpliendo edad y, con seis meses recién cumplidos, ya lucía  cuerpo de apariencia adulta aunque escondiera en su interior a un  cachorro con ganas de jugar.

No era posible explotarle más. Por un lado su tamaño. Por otro sus ojos. Foto a foto, flash a flash, había quedado ciego para siempre.


Nunca más volvería a ver.
Así que fue atado a la cornisa de una terraza exterior con una cadena de hierro de apenas un metro de larga. Esa sería su vida a partir de ese momento.
Mientras tanto, la música de la discoteca cada noche seguía penetrando en sus oídos como un punzón que perforaba  una y otra vez sus tímpanos.
Un león en libertad puede oír incluso lo que no es capaz aún de ver. Oye el viento cuando nace entre las montañas, oye la lluvia que se forma entre las nubes.
Pero un día él descubrió que ya no escuchaba nada. En su interior se había instalado el silencio.
Nunca más volvería a oír.

Finalmente la existencia de aquel león fue denunciada. Intervinieron las autoridades. El animal fue requisado. Comprado por Internet procedía del tráfico ilegal de especies. El propietario fue sancionado.

Recuerdo perfectamente aquella mañana de enero en la que acudimos a recoger a aquel pobre león ciego y sordo que ya sólo podía olernos.
Le pusimos una simple correa alrededor del cuello que él olfateó y nos lo llevamos de allí mientras pensábamos que nombre le podríamos poner a aquel león que siempre había vivido solo.

<<Solo vive en el Centrode Rescate Arca de Noé en el Roal, Villafranqueza, Alicante>>          

1/11/12

Grandes felinos salvajes obligados a ser gatos




Ocho de la mañana. 
Un pueblecito catalán a orillas de la Costa Brava despierta como un día más. Algunos de sus habitantes han comenzado hace horas con sus tareas diarias, otros se acaban de levantar. Los adultos van al trabajo, los niños se preparan para el cole.

En las urbanizaciones cercanas al pueblo las casas comienzan también a abrir sus ventanas. En una de ellas se escucha: "¡Dejad ya de jugar con el gato! ¡Coged las mochilas y para clase!".

Los vecinos escuchan los gritos. Una vecina mira enfadada hacia la casa -"¡Con el gato!", dice. La otra desde la ventana piensa: "¡Pobre animal!".
Los niños se marchan al colegio.
El "gato", un puma adulto que multiplica por varias decenas el peso de cualquier minino, se sube de un salto hasta un poyete sobre el muro de la casa. De porte altivo, atleta de nacimiento, no hay altura que le impida llegar hasta donde se propone.

Tranquilo, ajeno al temor que despierta su tamaño, cierra los ojos y duerme durante un rato. Como buen felino, sueña, se imagina en esos instantes su vida en medio de la selva. Salta de roca en roca, de árbol en árbol, sintiendo el olor de la libertad. Al rato despierta cansado de siempre descansar. Escucha el horizonte. Son las diez y media. A cientos de metros de allí, suena la campana del colegio que anuncia el tiempo de recreo. Pese a la inmensa distancia, oye a los niños que, alegres, gritan y juegan.
No lo piensa. De un salto recorre los dos metros que le separan del suelo. Después una rápida carrera y en pocos instantes ya está en la valla que rodea el patio. Los niños lo ven. Todos corren asustados, hacia las clases. Todos menos los hijos de sus dueños que se acercan a acariciarlo.
Él salta dentro y se roza sobre ellos mientras se entretiene olisqueando los almuerzos olvidados sobre el suelo.
Quizás sea verdad, quizás sea sólo un "gato" con la fuerza de un león. Un puma enjaulado en las normas de la civilización.
Minutos más tarde llegó la Policía, alguien les avisó. El animal fue requisado y sus dueños sancionados.

Ahora vive en Alicante, en nuestro Centro de Rescate de Animales Salvajes junto a otro compañero como él y cada vez que cierra los ojos y parece soñar, siempre pienso si seguirá imaginándose entre plantas y valles o lo hará con aquellos niños que nunca supieron que aquel gato no era sino un puma al que sus padres un día quitaron la libertad.


Raúl Mérida

26/10/12

Monos en manos de laboratorios




Instituto Oficial para la investigación y experimentación con animales.
8:30 de la mañana.
Un grupo de científicos se arremolinan alrededor de la mesa de quirófano. 
- La investigación ha llegado al punto decisivo. Todo debe estar preparado para esta tarde. A las cuatro los operaremos -, dice el encargado. Los demás no contestan. 

Los monos aguardan su turno ignorantes de su suerte. Introducidos en pequeñas jaulas llevan tatuado sobre su pecho la razón de su existencia. Ocho números los identifican como animales de laboratorio. No tienen nombre que los humanice, nada que pueda despertar sentimiento alguno en los científicos que los manipulan. Su misión está clara: entregar su vida para que, quizás algún día, el hombre mejore la suya. Probarán nuevos medicamentos con ellos.

15:45 horas.
Los nervios se tensan. En unos minutos todos ellos yacerán sedados. La anestesia adormecerá el golpe. Sus columnas se romperán. Sus cuerpos permanentemente tumbados para el resto de sus vidas. Sólo podrán mover sus ojos. Verán las caras de sus cuidadores, tendrán miedo, sentirán tristeza, alegría. Pero jamás volverán a poder abrazarse cuando se sientan solos.

15:50 horas.
Uno de los conserjes del centro corre por los pasillos en dirección al quirófano. Ha llegado una carta del juzgado.
La experimentación debe parar!-, grita desesperado.

El encargado, nervioso y contrariado, abre el sobre. Su jefe, el propio director del centro de investigación junto al responsable ético de las experimentaciones con animales les han denunciado. "No hay base científica para la investigación que se realiza", afirman en un escrito. "Las pruebas han de cesar inmediatamente". 
Los monos, sin saberlo, acaban de salvar sus vidas. Al día siguiente, el juzgado requisó toda la documentación y ordenó la salida de los animales con destino a nuestro centro de rescate. Meses más tarde la sentencia fue definitiva: suspensión de empleo y sueldo para los científicos participantes.
Mientras tanto, aquellos monos, ajenos a todo, aprendieron en nuestro centro cosas sencillas como olerse, saltar o, simplemente, mirar al cielo. Aprendieron a vivir.
Y aún hoy lucen su tatuaje de guerra en el pecho: la numeración que les señala como animales de experimentación. Sólo les queda eso como recuerdo de todo aquello y, eso sí, un miedo ilimitado a cualquier ser humano que se acerca a su jaula, el timbre de la puerta o la voz de su cuidador.

Los Macaca Mulatta procedentes de laboratorio viven en un recinto especial en el área de primates del Centro de Rescate Arca de Noé en elRoal, en Villafranqueza, Alicante.


Raúl Mérida

18/10/12

Invisible, el kinkajoo ciego a ojos humanos





Arca de Noé en el Roal. Centro de Rescate de Animales Salvajes de Alicante. Madrugada de un día cualquiera. 

Los animales están tranquilos. Los leones se encuentran en los dormitorios, los lobos, en su cueva; los gamos se acurrucan junto al emú, los linces forman una piña tumbados unos sobre otros, los monos se protegen abrazados... Todos duermen, todos menos él.

Se llama "Invisible" y sólo vive de noche. La luz lo mataría.
Es macho y es un Kinjajoo. Los de su especie viven a muchos kilómetros de distancia, en selvas verdes y abruptas que impiden que el sol pueda rozar su piel. 

Él no tuvo tanta suerte, el ser humano decidió cambiar su entorno, lo capturó y lo trasladó a Europa donde fue vendido en el mercado negro, en ese en el que la vida cotiza a la baja.
Así fue como nuestro Kinkajoo, igual que otros de su especie, cambió los árboles por edificios, la tierra por asfalto y la libertad por una jaula. Y pasó a vivir en un piso de un céntrico barrio de nuestra ciudad. Pero todas las tardes, al irse el sol, intentaba salir de su encierro y abrir los barrotes que le separaban de la vida. 

Cumplía diariamente con la obligación de todo aquel que está injustamente cautivo: escapar. Fueron varias las veces que lo consiguió y varias las que regresó al amanecer. 
Sin embargo, la última vez no volvió. Tras varios días sin saber de él, sus propietarios llamaron a la policía y denunciaron que el animal estaba suelto.
Finalmente, "Invisible" se hizo visible cuando ya no podía más. Hambriento, asustado y perdido, había permanecido durante días escondido en la persiana automática de un comercio.
Los dueños del animal, sin permisos para su tenencia, decidieron entregarlo a las autoridades. Es otra víctima del tráfico ilegal de especies.

"Invisible" vive ahora en nuestro centro. Supongo que sus dueños, cuando decidieron llamarlo así, lo hicieron por las dificultades que conlleva verlo dadas sus costumbres nocturnas. Sin embargo, su nombre no puede evitar recordarme a los Invisibles de la India, a una de las castas más bajas en las que se divide esa sociedad. 
Y no sólo porque las personas que las conforman tienen prohibido salir de sus casas de día y sólo pueden hacerlo de noche, sino porque siempre tiene que haber un grupo de humanos inhumanos condenando a otros seres a no vivir en libertad.



11/10/12

¿Tiene precio la vida?



Kalma, la mona fruto del tráfico y capricho


Un camión atraviesa a toda velocidad una vieja carretera perdida cerca de Argelia. Necesita llegar a tiempo al puerto de Oran.  En su interior viaja el botín de toda una noche de caza. 

Cientos de monos bebés, metidos en jaulas, alargan sus manos para rozar los brazos de sus madres que viajan al otro lado, encerradas en otras jaulas. 

El vaivén del coche, cada cierto tiempo, junta involuntariamente los hierros de una y otra y los brazos de hijos y madres se agarran durante unos segundos. El ruido del motor no se escucha. Sólo se oyen gritos y lloros. Finalmente, llegan a su destino: un almacén en el mismo puerto donde se realiza el negocio. 

Las crías, apenas unos bebés, son entregadas a traficantes que, las introducen una a una, en gruesos calcetines para inmovilizarlas. Luego las colocan en mochilas. 

De todas ellas, sólo llegarán vivas a España dos o tres, a lo sumo. El resto morirán de asfixia en el trayecto.
Vendidas allí a tres euros, en nuestro país alcanzarán el precio de tres mil euros.
Kalma es una pequeña monita de Gibraltar. 
Procedente del norte de África, su cuerpo apenas alcanza los tres años de edad. Tiene las manos suaves, ojos muy grandes y mirada humana. 

Hasta hace unos meses vivía en el patio de un bungalow de Alicante. Su jaula, por carecer, carecía hasta de puerta. Era un pequeño enrejado de vallas y hierros apenas superior a su tamaño, construida sobre una pared de la que colgaba. El suelo era de alambre para que sus excrementos y orines cayeran directamente al suelo.
Su situación era insostenible. Suciedad, hambre, soledad.
Sus dueños la habían comprado en internet. Ningún papel, ninguna factura. Todo ilegal.
Cuando pudimos cogerla en brazos y sacarla de su encierro sólo tuvo fuerzas para acomodarse cerca de nuestro pecho, cerrar sus ojos y dejarse llevar. Ella lloró y nosotros, también.

Kalma hoy vive en nuestro centro de rescate del Arca de Noé del Roal en Alicante, junto a otros monos que, como ella, un día fueron vendidos y comprados en el mercado negro. Desgraciadamente, el hombre, el menos civilizado de todos los animales, sigue poniendo precio a la vida y condenando a morir entre rejas a quien nació para ser libre.


Raúl Mérida

5/10/12

Feliz día de los animales


4 de octubre, día internacional de los animales


Supongo, querido San Francisco de Asís que, a estas alturas, ya sabrás que no hay peor desgracia que nacer perro, gato, tigre, león o toro , por ejemplo, en nuestro país…

Si eres perro o gato perteneces a esa legión de más de 600.000 de animales que habitan en nuestros hogares pero, de los que entorno a un diez por cierto cada año dejan de hacerlo. Se trata, en total, de medio millón que recibe como respuesta a su entrega y amistad, una patada en el trasero y un billete directo a la cola del paro… Porque no olvides nunca que, para un perro o gato, ser abandonado es como quedarse desocupado sin amigo humano al que entregarle su vida.

Por otro lado, si por aquellos azares del destino, vienes al mundo siendo tigre, león o mono, por ejemplo, has de saber que, en un número muy elevado de casos, no verás sabana, valle, ni selva alguna en toda tu vida. Tus días trascurrirán rodeados de árboles de hierro y rocas de imitación con olor a cemento. Te olvidarás de correr si es que alguna vez lo hiciste y acabarás convertido en el recuerdo de una tarde de zoo.
Y qué decir si naces cerdo, gallina o conejo de granja… ¡Mala vida, mala muerte! Hacinados, sobreviviendo sobre el lecho, caliente y húmedo, que forman sus propios excrementos crecen rápidamente para morir, más pronto que tarde, en cualquier matadero existente.

Claro que, si finalmente el destino te guarda la triste broma de nacer toro en nuestro país, estás en desgracia amigo. Te criarán como bravo y, periódicamente, acudirán para derribarte con las lanzas en el campo. Y, cuando superes todo eso, quién sabe si tendrás el triste honor de que hagan de tu muerte una fiesta. Y así, una tarde cualquiera, morirás ensangrentado y dolorido sobre la arena de la plaza, mientras una banda de música acompaña tu agonía.

¡Ya ves que panorama, querido santo! Tú que hablabas con los animales, que eligieron tu nombre para dar forma al día internacional de los animales y, después de tantos años, todo continúa igual…
Pero, no creas, no todo está todo perdido. Tú sabes que es posible transformar esta realidad. No es necesario abrir las entrañas del mundo, ni mover montañas ni océanos… Simplemente, hay que enseñar al hombre que los animales son sus vecinos en el planeta y que, cuanto más los respetan, más se respetan a ellos mismos.

¡Feliz día de los animales!


Raúl Mérida