Tic, tac, tic, tac!
Sólo se escucha un viejo despertador en un piso vacío. Salón, cocina, cuarto de baño y tres dormitorios en alquiler.
Ningún mueble.
El anterior inquilino se lo llevó todo.
O casi todo.
Una pareja joven, trasladada desde el norte, decide alquilarlo por Internet Unas fotos les bastan. Se hacen las transferencias económicas y las llaves les llegan por correo contra reembolso. Y un día hacen la mudanza.
Primero llegan ellos. Después, el camión cargado de muebles.
Entran en la vivienda y todo está correcto. Comienzan la descarga. Camas, armarios, sillas, sillones y sofás. Y, de pronto, algo inesperado. Tras la puerta de un armario aparece un mueble de cristal. Una especie de urna transparente que guarda en su interior un viejo despertador en funcionamiento y, enrollada sobre éste, una impresionante serpiente. Cinco metros mide su cuerpo.
Todos quedan paralizados por la visión del animal. Los nuevos inquilinos deciden dejarla tranquila. Al fin y al cabo, está como dormida, medio muerta, parece.
- Alguien debió dejarla aquí y alguien volverá a por ella -, piensan.
El animal no se mueve. El tiempo pasa.
La pareja ya está hecha a su nuevo hogar. Han ocupado todo el piso salvo aquel armario donde serpiente y despertador conviven juntos encerrados bajo llave. Extraña compañía.
Los días se convierten en semanas y las semanas en meses...
Y así, tres meses más tarde la pitón despierta.
Empieza a bostezar, a reptar rápidamente por toda la jaula. Se desliza sobre el cristal. Su cuerpo parece no tener inicio ni final.
Ya no se escucha el reloj que la acompaña, sólo se oye su cuerpo intentando salir del encierro.
La pareja que vive en la casa tiene miedo. Oye ruido de golpes. Piensa que el terrario podría haberse roto, que la serpiente puede haber escapado. Es domingo. Son las tres de la tarde. Llaman a la policía.
Horas más tarde pudimos rescatar al animal.
Era una serpiente procedente del tráfico ilegal de especies. Una maravilla de la naturaleza que algunos seres humano se empeñan en sacar de su medio natural y encristalar de por vida.
Por eso, quizás, no entiendo muchas veces por qué la gente se asusta cuando ve una de ellas porque, al fin y al cabo, los reptiles puede llegar a tener varios corazones y, por cierto, muy grandes mientras que hay muchas personas que, simplemente, no tienen corazón.
Raúl Mérida