29/1/13

El sufrimiento

Cuentan que, hace muchos años, en Sevilla, uno de sus más afamados imagineros recibió el encargo de elaborar la imagen que sacarían los costaleros de la parroquia del barrio más flamenco y popular de la ciudad, el de Triana. 

La orden de trabajo era escueta: Tallar la imagen del sufrimiento hecho Jesús.
El artista comenzó a pensar y pensar en como dar a luz al crucificado, como representar su agonía, su dolor. Construyó una cruz y, sobre ella, depositó el cuerpo de Jesucristo hecho madera. Talló sus manos ensangrentadas, sus pies clavados... Y cuando hubo acabado, empezó a dibujar su cara con un cincel y un martillo.

Decenas de miradas, de gestos, se sucedieron sobre las betas del tronco pero, ninguna acababa de alcanzar la idea que tenía en su mente, ninguna representaba el dolor vestido de sangre. Así que, una tras otra, las fue destruyendo mientras la inspiración del artista se negaba a dar forma a la cara de Jesús.
Abandonó impotente la talla y decidió ir a hablar con quien se la había encargado, para renunciar a la realización de la misma. Emprendió camino hacia la parroquia cuando, de pronto, vio un tumulto de gente en la calle. Se acercó y se encontró a dos hombres peleando.

Inesperadamente uno de ellos sacó una navaja y atravesó el corazón del otro. 
Agonizando sobre la acera, reconoció la cara del herido. 
Era un joven "cantaor" al que se conocía en el barrio por el apodo del "cachorro". Minutos después la vida abandonaba su cuerpo y la muerte se instalaba en él. Cuando iban a retirarlo de la calle, el artista pidió a sus familiares que, el cadáver del muchacho, reposara durante unos minutos en su taller cercano. Serían sólo unos instantes.
Había encontrado el rostro de Cristo. El cuerpo del joven fue llevado hasta allí y el escultor trasladó su gesto de dolor al crucificado, copiando hasta la forma de su garganta.
Y se produjo la Obra de Arte. 
Hoy en día, el "cachorro de Triana" es patrimonio de la humanidad y, todas las primaveras, recorre las calles de Sevilla en solemne procesión. Aquel artista encontró lo que buscaba en la calle. Buscaba la muerte y la encontró en la vida... Y le dio forma.

Por eso a veces, cuando veo a los animales en sus jaulas me gustaría poder mostrar su sufrimiento, su sentimiento... 
Saber esculpir su dolor. 
Dar forma a sus gritos, a sus llantos.
Retratar tanto sufrimiento.
Y tallar sobre el aire todo lo que ellos sienten...
Quizás entonces algunos entenderían lo que, de verdad, se esconde tras cada una de estas historias.



Raúl Mérida