No sé si conocen la famosa historia de la capa.
Cuentan que existió una vez un rico mercader que fue invitado a una muy pomposa cena. El comerciante se preparó para la ocasión y una vez solucionados todos sus asuntos, emprendió camino hacia el lugar donde se celebraba la misma. Sin embargo, quiso la mala fortuna que en mitad del camino, una pandilla de bandidos le abordaran, impidiéndole continuar.
Cuentan que existió una vez un rico mercader que fue invitado a una muy pomposa cena. El comerciante se preparó para la ocasión y una vez solucionados todos sus asuntos, emprendió camino hacia el lugar donde se celebraba la misma. Sin embargo, quiso la mala fortuna que en mitad del camino, una pandilla de bandidos le abordaran, impidiéndole continuar.
Se defendió como pudo del ataque pero, todo fue inútil. Los asaltantes le despojaron de sus bienes y le dejaron maltrecho.
Pese a ello y que, sus ropas estaban sucias y rotas, el hombre al encontrarse nuevamente libre, decidió no cambiar sus planes y proseguir su destino hacia tan distinguida cena.
Llegó hasta la puerta del palacete donde se celebraba el evento pero, al ir a entrar dentro, dos guardas le salieron al paso y le prohibieron el acceso. El motivo estaba claro. No podía estar en una reunión tan importante alguien cuyas vestimentas no estuvieran a la altura de las circunstancias.
El hombre malhumorado pero obstinado, salió de allí a toda prisa de regreso a su casa. Al llegar a ésta se arregló y se colocó una capa negra de franela, dirigiéndose de nuevo a la fiesta. Esta vez no tuvo problema alguno para acceder al interior.
¡Y comenzó la cena!
De primero sirvieron una sopa… Y todos, animadamente, se apresuraron a dar cuenta de la misma. Todos menos nuestro amigo que, comenzó insistentemente a mojar su capa en la sopa. Una y otra vez, introducía ésta en el interior de su plato. Los invitados no podían dejar de observarle horrorizados, pensando que quizás, había perdido la cabeza… Sin embargo, él mirándolos a todos tranquilamente, les dijo:
- No pasa nada, es que, en realidad, es a mi capa a la que han invitado a cenar, no a mí. A mí me prohibieron entrar cuando no la llevaba. Está claro. Es a ella a la que han invitado.
- No pasa nada, es que, en realidad, es a mi capa a la que han invitado a cenar, no a mí. A mí me prohibieron entrar cuando no la llevaba. Está claro. Es a ella a la que han invitado.
¡Cuántas veces decimos y pensamos que sólo nos importa el interior de las cosas cuando, en realidad, nos es imposible desprendernos de la capa!
Y no digo yo que no hagamos el esfuerzo de intentar quitárnosla y ser libres pero, de verdad, ¿cuántas veces lo conseguimos? Nos quedamos siempre en la apariencia o en las consecuencias de nuestras acciones y no en aquello que de verdad las provoca.
Con los animales ocurre igual.
Decimos que nos da igual la estética o la raza a la hora de elegir a uno de ellos –No nos importa como sea- comentamos a menudo.
Sin embargo, la realidad es que, en el albergue, los primeros en salir adoptados son siempre los yorkshires, cockers, caniches… Y tras éstos, aquellos cruces que guarden bastante parecido con los anteriores. Y después de éstos, los guapos, los más jóvenes cachorros, los graciosos, etc, etc.
Pero ¿Y los feos? ¿Por qué nadie adopta a los que la naturaleza regaló dentaduras imperfectas o cuerpos imposibles? ¿Ellos merecen, quizás, más vivir en una jaula que el resto?... ¿Y Que ocurre con los viejos, tímidos, temblorosos o asustadizos?
¡Qué pena! Al fin y al cabo, todos son iguales. Poseen la misma mirada limpia, idéntico corazón grande y puro… y sobretodo, a ninguno de ellos les importa lo más mínimo el color ni la forma de la "capa" que lleva aquel que los adopta.
Raúl Mérida
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