8/3/15

Un triste tigre

Hay hombres que, de hombres, sólo tiene sólo el nombre.

Cuentan  los relatos de la época que los antiguos romanos las pasaban, literalmente, putas, para conseguir que los leones y los tigres que usaban en los circos romanos, atacaran finalmente a los cristianos. 
Es curioso pero, poco se imaginaban ellos que, seguramente, esa persecución incansable contra aquellos primeros seguidores de Cristo y, ese odio visceral que les tenían, acabaría produciendo el efecto contrario. 
Desde entonces hasta ahora, nadie ha creado más fé y devotos en el mundo.
El caso es que, aquellos pobres cristianos eran apresados y días más tarde, sacados a la arena y expuestos en la misma ante todo el pueblo romano. El emperador, entonces, se levantaba orgulloso del sitio y hacía una señal hacia el lugar desde el que se escuchaban rugir a las fieras. 

Hay que pensar que si actualmente en el Arca tenemos leones y tigres y, cuando rugen, es decir, todas las mañanas, se escucha el sonido de sus gargantas en varios kilómetros a la redonda… Imaginémonos, entonces, cómo debían escuchar aquellos desdichados a esos animales de los que les separaban tan sólo unos pocos metros. 
Es fácil suponer que, a la par que sus oídos quedarían sordos al escucharles, sus corazones resultarían paralizados por el miedo. Quizás por eso y, guiados por su fé infinita, era habitual ver como éstos se ponían de rodillas en medio del circo y comenzaban a rezar con fervor.
Entonces se abrían los portones donde se encontraban los animales y éstos salían asustados por el bullicio de la gente que asistía expectante, ávida de sangre y muerte. 
Sin embargo, las "fieras" muy lejos de atacar, aterrorizadas, se dedicaban a intentar huir.
Cada vez que esto ocurría, algo bastante habitual, el emperador viendo que el asunto tenía poca solución, exigía la salida del domador para que, junto a los cristianos y, también a los animales, fuera convenientemente ejecutado por los soldados a sus órdenes.
Cuentan que por los circos romanos pasaron decenas  de domadores, cientos de leones y tigres, y miles de cristianos. 
Todos murieron.

Supongo que, como siempre, el hombre ya demostraba en aquella época  que, cuando se lo propone,  nadie es más animal que él, con perdón de los animales, claro está… 
A veces pienso que aquellos domadores serían hoy en día simples aprendices al lado de lo que han mejorado la técnica algunos de los actuales o, mejor dicho, "desmejorado" la misma.
Digo esto porque, cuando me enteré hace tiempo de cómo entrenaban algunos domadores a los tigres en los circos para realizar el baile del fuego, se me pusieron los pelos de punta.
El número que les cito, tan famoso como antiguo, consiste en que, el tigre cuando está en la pista debe  simular que va caminando subido sobre un elefante y atravesar, a su vez, un aro de fuego…  De ahí su nombre.
Al parecer, para prepararlos, los cogen y los colocan sobre una plancha de calor a la que van subiendo, poco a poco, la temperatura. Mientras esto ocurre, se escucha un tambor. Finalmente, tras repetidos y repetidos ensayos, acaba asociando el sonido con el dolor. El animal, a partir de ese momento, cada vez que oiga el tambor, inmediatamente, comenzará a levantar sus patas como si estuviera andando, convencido de que, si no lo hace, se quemará como tantas otras veces.
Ésta es una de las formas de lograrlo… Las demás están basadas en el uso de la fuerza, la violencia y la paliza continua cuando son cachorros. En fin, uno ya no sabe lo que es peor.

Por eso, cuando Llama, un precioso tigre de bengala, llegó hasta nosotros con las palmas de sus patas quemadas por esa maldita plancha, sólo pudimos llorar, gritar, emocionarnos, enfadarnos y mil cosas más, pensando en todo lo que había sufrido ese animal. Nos contaron que alguien subió demasiado la temperatura de la misma y, lo que debía ser una “simple” quemadura, se convirtió en una de primer grado.
Imagínense, durante mucho tiempo el pobre animal no podía andar. Se desplazaba por su jaula, como buenamente podía, sin apoyar las palmas de sus patas, cojeando sin poder remediarlo… 
Por eso, porque ya no servía para ser tigre de feria o espectáculo, fue abandonado.
Nosotros lo acogimos en el Arca y, poco a poco, los cuidados veterinarios y la madre naturaleza fueron haciendo que la yaga se convirtiera en callo, y, el callo, finalmente, en piel.
Hoy vuelve a ser un tigre por derecho propio, seguramente igual que  aquellos animales que, quizás por pánico, miedo o,  simplemente, porque todos los rezos obraban el milagro, se negaban a atacar a los cristianos en los circos romanos por mucho que el emperador quisiera…  
Al fin y al cabo, desde entonces hasta ahora, algunos hombres siguen demostrando, día a día, en su trato hacia los animales y también hacia las personas que, de hombres, sólo tienen el nombre.

Raúl Mérida


Nota: Llama vive actualmente junto a otros tigres, leones y muchos otros animales en muestro Arca de Noé. Desde la Fundación Raúl Mérida rescatamos a aquellos animales salvajes que necesitan ayuda y los acogemos en nuestro Santuario para Animales Salvajes.