29/3/15

El animal perfecto

Para un animal salvaje el paraíso se llama libertad. 

Cuenta una vieja leyenda asiática que, hace millones de años, el cielo y la tierra se casaron y, desde entonces hasta ahora,  jamás se han separado. El fruto de su amor son los animales que pueblan el mundo. 

Tenía 91 años de edad cuando le visitó la muerte hace sólo unos días. Se llamaba Lee Kuan Yew y fue durante más de treinta años presidente del gobierno de Singapur y creador del mismo en su estado moderno. 
Cargado de luces y sombras, consiguió que dicho país pasara de ser de los más pobres del continente al más rico y avanzado, cosa, realmente, increíble. Pero, lo más curioso fueron las medidas sociales que aplicó... Por ejemplo, harto de la suciedad de las calles y de los chicles pegados en las aceras, prohibió mascar chicle e incluso la venta de los mismos. Por supuesto, también castigó con pena de cárcel cualquier conducta o actitud incívica, tales como  colarse en una cola, no ceder el paso cuando es obligatorio, insultar a alguien, etc, etc.
Por otro lado, consiguió que Singapur,  el país más violento del mundo, pasara a ser el más seguro, ¿y cómo lo hizo?  Pues tampoco se calentó mucho la cabeza. Aplicó la pena capital a todo aquel al que se le fuera la mano. Y no acabó ahí, también consiguió reducir a cero los robos y la corrupción hasta entonces generalizada. El método tampoco fue muy elaborado.  Todo político que se demostrara que había sido corrupto, acababa ahorcado. Así se las gastaba el hombre.
Claro que también puso en marcha otras medidas que lo dimensionan de forma distinta…
Por ejemplo, prohibió los guetos. Impidió que personas de un mismo grupo, etnia o religión no se mezclaran con los de otras y fue uno de los pioneros en lo que, posteriormente, se llamó interculturalidad

Pero, ¿y en el caso de los animales? 
Lee Kuan había estudiado en Londres pero era una persona en la que pesaba, por encima de todo, la cultura asiática… Así, sentía una enorme atracción hacia el mundo los animales y se definía como un firme defensor de los recursos naturales y la conservación del planeta. 
Quizás por eso creo el primer zoo abierto del mundo. Impidió por ley que existieran vallas o rejas en el mismo y dispuso que todas las separaciones entre los espacios que ocuparan los animales fueran naturales, creando así una auténtica reserva natural de animales.
También puso en marcha medidas importantes contra el tráfico ilegal de especies y consiguió que, al menos, en su pequeño país, no se fomentara el mismo. Y eso que, en su caso, era bien difícil porque Singapur posee uno de los animales más codiciados del mundo; el famoso tigre blanco… Solía decir de él que era, sin lugar a dudas, una de las creaciones más perfectas de la naturaleza.
Lo que, por cierto, me recuerda otra historia de mi vida… 

Arca de Noé. Abril del año 2008. 
Varios tigres blancos, procedentes la mayoría de circos y decomisos de la policía, aguardaban su traslado a otros parques de toda Europa. Habíamos conseguido, con el permiso de las autoridades, reubicar los mismos y todo estaba preparado para su traslado (el camión que los transportaría, el personal necesario para su carga, los veterinarios especializados en su cuidado…). Sólo quedaba esperar que los animales se introdujeran en el trasportín especial de hierro que habíamos preparado para ellos.
Y así, aquella mañana, uno tras otro fueron entrando en los mismos hasta que, finalmente, sólo nos quedaba el último de ellos.
Era un tigre blanco precioso, de infinita musculatura y cuerpo erguido y fuerte.
Enganchamos el trasportín al cemento con alambres para que no pudiera escaparse y enfrentamos la puerta del mismo a la de la jaula. Sólo quedaba levantar ambos cierres y, como en los casos anteriores, el animal pasaría de un recinto al otro… Pero algo falló.
El animal se asustó… Poderoso como era, saltó, corrió y se lanzó con tanta fuerza  que, de un solo golpe, rompió todos los agarres y echó por tierra todas las medidas de seguridad que habíamos preparado… 
Y así, aquel día, durante unos segundos eternos, el último tigre blanco que íbamos a trasladar, quedó libre frente a nosotros.  

Me dio la sensación de que el tiempo se detuvo. Pude apreciar cada centímetro de su piel, su cuerpo,  la belleza de su pelo, su mirada profunda, sus ojos…
Por primera vez en mi vida, no me separaba nada de él, apenas unos metros, ni valla, ni alambrado, ni muro alguno. Aún hoy me pregunto por qué no nos atacó. Si hubiera querido nos hubiera matado allí mismo pero, afortunadamente, no quiso. Supongo que el animal se quedó tan asustado como nosotros y, mientras salíamos del recinto a toda velocidad, él se metió en su dormitorio de nuevo en dirección opuesta. 
Cada uno decidió volver a ocupar el puesto que la vida nos había reservado. Él dentro de una jaula y nosotros fuera.
Más tarde pudimos conseguir finalmente meterlo en el transporte sin más sobresaltos y trasladarlo a su nuevo destino. Hoy vive en un centro europeo especializado en la protección de su especie.
En cualquier caso, nunca olvidaré que,  aquel día, pensé lo mismo que el presidente de Singapur hoy ya fallecido y es que, un tigre blanco visto de cerca es, simplemente, perfecto. 


Raúl Mérida


Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. Más información en: www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com