Lo reconozco. Lo único que me asombra de verdad ya en esta vida es que la gente aún se asombre.
Sí, lo sé, sale en todas las noticias pero, vamos a ver… Que a un chavalote guaperas le dé por alquilar coches negros y ponerle sirenas azules mientras se hace alguna selfie con políticos de moda o con su amiga "la pechotes", podría parecer una clara muestra de que, primero, en la escala del mal gusto anda muy bien situado y, segundo, que en este país vale más una foto que una realidad, es decir que, lo importante, no es lo que eres, sino lo que aparentas. En fin, lo de siempre. Y conste que el susodicho no parece ser tonto, sino al contrario, más bien listo y muy listo porque, al parecer, todo no era sino una presunta estafa para pedir a algunos empresarios dinero a cambio de que él y sus famosos contactos, les facilitaran el camino hacia lucrativos negocios
Fíjense, es curioso el tema, los antiguos estafadores siempre engañaban al "julai" –así se denominaban en el argot al inocente estafado- haciéndole creer que podrían ganar dinero fácilmente. El timo más clásico, por ejemplo, el del tocomocho, se basaba en la lotería, quizás porque hubo una época en nuestro país en que, la única forma de ser rico, era que te tocara la suerte. Las cosas han cambiado mucho. Hoy en España, al parecer, la suerte se llama corrupción e influencias.
Y ustedes se preguntarán a estas alturas y, con razón, qué tiene que ver todo esto con los animales. Pues verán, desde hace tiempo circulan por WhatsApp mensajes de todo tipo relacionados con animales que provocan en aquel que lo recibe, la lógica indignación, preocupación y hasta que el corazón se sitúe en un puño.
El otro día, por ejemplo, una amiga me pasó una foto en la que se podía ver a un caballo en un balcón. A su vez se la habían enviado a ella otra amiga y supongo que así, sucesivamente. La imagen era sobrecogedora y lo más fuerte es que al animal le situaban en un conocido barrio de Alicante. Quien me lo envió lo hizo verdaderamente angustiada por el sufrimiento del animal.
Inmediatamente nos pusimos varias personas a buscar dónde podría vivir aquel pobre caballo por si podíamos hacer algo por él. Y finalmente lo localizamos, sí, pero en Polonia.
No es que quite gravedad el hecho de que no esté en nuestro entorno más cercano pero, es cierto que todo resulta mucho más complicado.
El caso es que, cuando recibí la foto podría haber pensado que era raro que fuera por aquí pero, la verdad, no me extrañó. Al fin y al cabo, hace años viví una historia parecida en localidad cercana a Alicante, donde un burro se había subido hasta un segundo piso huyendo de unos perros. Recuerdo perfectamente al animal. Al final hubo que bajarlo con una grúa porque, subir había subido pero, bajar se negaba a hacerlo.
Quizás, por eso, ya nada me extraña.
Supongo que, al fin y al cabo, es lo mismo que el caso de El pequeño Nicolás. En este país que alguien se forre por tener influencias, poder o contactos es parte ya del putrefacto paisaje nacional, algo normal.
E igual ocurre con los animales.
¿Qué un caballo vive en un balcón? Pues normal.
Al fin y al cabo, en el Arca de Noé de Alicante, últimamente, hemos rescatado a un mono de Gibraltar que vivía en una pequeña jaula de loro, a un león que tenían en la terraza de una famosa discoteca, a otro mono que mantenían siempre en el interior de una mochila, a varios tigres que vivían en un conocido vertedero de basura o a un hipopótamo abandonado en la plaza de un pueblo…
En fin, lo dicho, todo muy "normal".
Raúl Mérida
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