Y, no, no teman… Ni por un segundo piensen que este escrito va a ser el alegato anual, por otra parte típico en estas fechas, en contra de que se regalen animales.
¿Para qué? ¿Acaso serviría de algo? Llevo muchas navidades publicando artículos y alzando mi voz en contra de que se les considere regalos, ¿y qué he conseguido?
Las cifras de abandono son claras, todas reflejan que muchos de los animales regalados estas navidades acabarán, tras terminar éstas, abandonados en la basura como si fueran juguetes rotos.
Fíjense que, dentro de la campaña que cada año en estas fechas ponemos en marcha para intentar paliar, en la medida de lo posible, lo inevitable, es decir, el abandono, organizamos unas charlas que damos en colegios e institutos y en las que explicamos la necesidad de ser responsable y de no adoptar o comprar animales sin pensar si, realmente, podemos tenerlos… Y no me refiero a si hoy o mañana podemos, hablo de seguir con él dentro de un año, cinco o diez.
Pues bien, cuando acabamos la explicación a esos niños que nos miran convencidos, al menos aparentemente, de todo lo que les hemos contado y, cuando el aula se inunda de manos alzadas deseosa de preguntar o compartir alguna idea, siempre hay dos cuestiones que me plantean y que, lo reconozco, me anulan.
Por un lado, las preguntas o comentarios de aquellos que reconocen abiertamente que sus padres o abuelos abandonaron a un animal. He llegado a la conclusión que, si hablas con alguien sobre el tema, enseguida te encuentras con que algún familiar abandonó a un perro a un gato. No hace falta más. Al fin y al cabo, no puede ser de otra manera si atendemos a las altas cifras de abandono en nuestro país.
Por otro lado, la otra cuestión que se repite entre todos aquellos que desean preguntar, es si tenemos perros o gatos para adoptar y, si es posible que, si no les gustan una vez en casa, puedan volver al albergue a dejarlo y cambiarlo por otro… En fin, sin comentarios.
Así que, llegado a este punto, uno podría pensar que, bueno, es posible que las charlas no sean todo lo efectivas que uno le gustaría pero, al menos, nos quedan los medios de comunicación. ¡Craso error! El abandonador "tipo" siempre pensará al leer un artículo como éste, suponiendo que lo lea, que él nunca lo haría, que eso es cosa de otros. Esto es algo sorprendente. Lo he visto miles de veces reflejado en el albergue. Hay personas que llegan y, mientras se deshacen de su perro, comentan a voz alzada:
─ ¿Todos esos perros de las jaulas son abandonados? ¡Qué poca vergüenza tiene la gente!
Supongo que, en ese momento, no se dan cuenta de lo que ellos mismos están haciendo… Esa facultad que tienen algunos humanos para ser benevolentes con sus propios actos, nunca dejará de sorprenderme.
Pero, siguiendo con el tema, de nuevo me surge la pregunta: ¿qué hacer, entonces, para evitar que muchos de los animales regalados estos días acaben en la calle? ¿Quizás recurrir a la policía?
Podría ser… Al fin y al cabo, no debemos olvidar que abandonar un animal está tipificado en el código penal. Eso es así. Pero, claro, por otro lado, si cada año se abandona una cifra cercana al medio millón de animales de compañía es fácil imaginarse que no hay policía suficiente en España como para conseguir contrarrestar una lacra de ese tipo... Así que, lo siento, tampoco parece ésta la solución definitiva.
De todas formas y, por ser positivo, es cierto que, quizás, por separado ninguna de estas opciones que he citado consiga solucionar totalmente el problema pero, todas ayudan.
Por eso, si me lo permiten, me gustaría compartir con ustedes una historia real que ocurrió el 15 de enero del 2014. Quizás también ayude.
Verán, aquel día me llamaron por teléfono. Era un policía que reclamaba nuestro servicio. Un cachorro yacía atropellado en el arcén de una carretera.
Cuando llegamos el animal ya estaba muerto. El perro llevaba colgado un collar con su nombre. Nunca lo olvidaré. Se llamaba Noel.
No tengo más datos pero, la historia de lo que debió suceder días antes, la podemos imaginar juntos, ¿no creen?.
Supongo que Noel sería un regalo de estas fechas. Un pequeño cachorro, una bolita de pelo rizado tras el escaparate de una tienda. Un impulso. Un solo pensamiento: ¡Lo quiero! Y el cachorro llegó a casa.
Pero días más tarde… ¡Horror! El perro hace caca. ¡Horror! El perro hace pis. ¡Horror! El perro se sube al sofá, se come la planta del salón, juega con la zapatilla...
Y días más tarde debió ser abandonado. El resto es tan duro como sencillo. Me imagino que fue el parachoques de algún coche el que acabó con su vida ¡Pobre animal!
Lo peor aún es que, como él, son miles cada año. Perros y gatos que llegan a los hogares de España en estas fechas convertidos en regalos…
Ojalá, todos encuentren dueños que, también, sean un regalo para ellos.
Raúl Mérida