La Llama (Lama Glama) es un mamífero perteneciente a la familia de los camellos que habitualmente suele encontrarse viviendo en los Andes de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú.
Antiguamente era utilizada como animal de carga para transportar objetos pesados aunque, cuando ya no servía para esos usos, también se aprovechaba de él la carne y la lana. Fueron los animales más usado por los pueblos andinos hasta la llegada de los españoles más acostumbrados al uso del asno o el caballo.
Una de las curiosidades más conocidas es su capacidad de escupir cuando se siente asustado. Lo realiza realmente con gran precisión y siempre para disuadir al posible enemigo.
La primera vez que nos llamaron nos extrañó… Las siguientes ya estábamos acostumbrados. Encontrarse una llama circulando por plena autovía no es muy normal, la verdad.
Es posible que algunas de ellas, me refiero a las autovías, presenten carriles para vehículos lentos pero, estoy seguro que, ninguno de ellos, lo realizaron pensando en la circulación de animales como la llama.
Y no crean, al paso que vamos y con las modas de tener animales exóticos, no sería de extrañar que, en una de éstas, nos encontráramos a una llama, un mono o un mapache pintado en la calzada, igual que ahora vemos una bici.
Pero volvamos a la historia que hoy nos ocupa…
Hasta en tres ocasiones apareció nuestra llama compitiendo con los coches, a la altura de San Vicente, en una carrera que fácilmente podría haberle costado la vida.
Siempre acudíamos a rescatarla con la intención de salvarla y evitar, también, un más que posible accidente de tráfico pero, posteriormente, siempre nos veíamos obligados a devolvérsela a sus dueños.
Y es que, sí, ya ven, para más inri nuestro animal tenía amo. Así que, cada vez que lo rescatábamos de la calzada, aparecía éste en busca del mismo.
Según nos contó el hombre, lo tenía hacía años como animal de compañía –ni perro, ni gato, a él le dio por una llama- en un chalet de San Vicente, sin que jamás se escapara. Así, hasta que una vecina le había acostumbrado a comer galletas… En fin, ver para creer.
Contaba el propietario que el animal, goloso como el primero, que en cuanto veía la puerta abierta, echaba a correr rumbo a su manjar favorito y ya de paso, imagino, aprovechaba para darse un garbeo por los alrededores por si caía algo más.
Finalmente, el Seprona de la Guardia Civil, con muy buen criterio, por cierto, decidió que aquel peligro debía de terminar antes de que pasara algo grave y ordenó retirar al animal del que, por otra parte, sus dueños también habían decidido ya por su cuenta deshacerse para evitar males mayores y porque les daba pena tenerlo siempre atado.
Dicho y hecho. Al final, aquella llama, víctima de la moda de tener animales exóticos como animales de compañía, vino a vivir a nuestro Arca de Noé en Tángel (Alicante) donde ahora es feliz rodeada de otros muchos animales.
Guancho, la llama, refrescándose las pezuñas en el bebedero |
Y, por cierto, algunos me preguntan a veces que si escupe… y sí, por experiencia propia se lo puedo asegurar. Cuando se pone nerviosa por un traslado o se asusta, sí, escupe… Y además, con muy buena puntería. Nunca falla. Garantizado. El escupitajo va directo a la cara… Otro día, si eso, ya les digo a qué sabe…
Raúl Mérida