Historias increíbles

Tigres y leones en pisos, pumas en chalets, linces, monos, serpientes...

Historias que ellos no pueden contar

Debemos hacer eco de sus historias; rescates, maltratos...

Historias que podrían haber sido la última

Cachorros, ancianos, con pedigree, inválidos... Da igual su raza y "valor".

Historias de rechazo

Muchos son abandonados cuando dejan de ser "útiles".

Historias de supervivencia

Historias que narran la lucha por sobrevivir al abandono.

29/9/14

Noche de perros

Sólo de noche pueden pasar algunas cosas. 
Hay conversaciones y, sobre todo, confesiones, que necesitan precisamente que el momento sea oscuro para que puedan ver la luz… Paradojas de la vida.

Tenía ochenta años ya cumplidos y, pese a las cataratas que poblaban cada uno de sus ojos, veía mucho más allá que lo que podamos hacerlo cualquiera de nosotros. 
─ ¿Sabes? ─ me dijo ─ Hace días que no duermo pensando en ella. Es tan mayor como yo. Quince años de perro son muchos de humano. Se ha acostumbrado tanto a mí que, a veces, hasta me da pena... Come cuando yo como. Se despierta y duerme cuando mis ojos, cada día, se abren y se cierran. Hasta mi cojera al caminar, ese vaivén que el peso de los años ha provocado en mi cuerpo,  ahora hasta parece haberlo heredado. ¿La has visto andar? ¡Qué pena! Sus patas tiemblan como si fueran campanillas. Pese a ello, no creas, nuestros paseos son sagrados. Los dos sabemos que cada uno de ellos puede ser el último. Te he pedido que vinieras porque necesito pedirte algo... Verás, sé que no me queda mucho tiempo de vida. El otro día el médico me lo confirmó. Se trata de una enfermedad incurable, una de esas progresivas degenerativas de nombre impronunciable que, además de sumarse a todas las otras que ya tenía,  ha venido con el firme propósito de quedarse hasta el final. Y ya ves… Cualquier otro  en mi caso, te lo aseguro, se hubiera puesto triste o, al menos, preocupado. Yo no. A mí me dio igual.  Pensé que ya había vivido bastante. Quizás, si hubiera tenido a mi lado hijos, pareja… No sé, alguien… todo hubiera sido diferente pero, hace tiempo que todos se marcharon  y de ninguno volví a saber. En fin, cosas de la vida. Pero, si te soy sincero, luego la miré a ella…  entonces  empecé a pensar y a pensar y   comencé a preocuparme de verdad ─ Señaló a la perrilla ─ ¿Sabes? Ella es mi auténtica familia. Te he llamado porque no tengo a nadie que se pueda hacer cargo de Luna y  me he acordado de ti.  Se me ha ocurrido que, como tú a veces escribes historias de animales, igual puedes ayudarme... Ella ha sido mi única compañía durante estos años y la verdad es que siempre pensé que ella faltaría antes que yo pero, me equivoqué ─ No siguió hablando. Por primera vez comenzó a llorar, emocionado. 

Guardé silencio. 
Es un problema. Lo reconozco. Cada vez creo menos en las palabras y más en la fuerza de un abrazo, que fue lo que le di. 
Luego le dije: 
─ No te preocupes, amigo. Si llega el momento, cuidaremos de ella… Y te prometo que, cuando vuelva a escribir, si alguna vez de nuevo lo hago, una de las primeras historias será la tuya.
Después nos despedimos y me marché.

Hace seis meses de aquello y sólo dos semanas desde que él murió. 
Luna  vive hoy con nosotros en el albergue de animales abandonados esperando que alguien pueda adoptarla. 
Ella es una de las razones más importantes por las que volví a escribir. El resto de razones suman tantas como tantos perros y gatos abandonados viven en el albergue.


Raúl Mérida

22/9/14

La llama que ilumina el Arca

La Llama (Lama Glama) es un mamífero perteneciente a la familia de los camellos que habitualmente suele encontrarse viviendo en los Andes de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú.  
Antiguamente era utilizada como animal de carga para transportar objetos pesados aunque, cuando ya no servía para esos usos, también se aprovechaba de él la carne y la lana. Fueron los animales más usado por los pueblos andinos hasta la llegada de los españoles más acostumbrados al uso del asno o el caballo. 
Una de las curiosidades más conocidas es su capacidad de escupir cuando se siente asustado. Lo realiza realmente con gran precisión y siempre para disuadir al posible enemigo. 

La primera vez que nos llamaron nos extrañó… Las siguientes ya estábamos acostumbrados. Encontrarse una llama circulando por plena autovía no es muy normal, la verdad. 
Es posible que algunas de ellas, me refiero a las autovías, presenten carriles para vehículos lentos pero, estoy seguro que, ninguno de ellos, lo realizaron pensando en la circulación de animales como la llama.
Y no crean, al paso que vamos y con las modas de tener animales exóticos, no sería de extrañar que, en una de éstas, nos encontráramos a una llama, un mono o un mapache pintado en la calzada, igual que ahora vemos una bici.

Pero volvamos a la historia que hoy nos ocupa… 
Hasta en tres ocasiones apareció nuestra llama compitiendo con los coches, a la altura de San Vicente, en una carrera que fácilmente podría haberle costado la vida.
Siempre acudíamos a rescatarla con la intención de salvarla y evitar, también, un más que posible accidente de tráfico pero, posteriormente,  siempre nos veíamos obligados a devolvérsela a sus dueños.
Y es que, sí, ya ven,  para más inri nuestro animal tenía amo. Así que, cada vez que lo rescatábamos de la calzada, aparecía éste en busca del mismo. 
Según nos contó el hombre, lo tenía hacía años como animal de compañía –ni perro, ni gato, a él le dio por una llama- en un chalet de San Vicente, sin que jamás se escapara. Así, hasta que una vecina le había acostumbrado a comer galletas… En fin, ver para creer.
Contaba el propietario que el animal, goloso como el primero, que en cuanto veía la puerta abierta, echaba a correr rumbo a su manjar favorito y ya de paso, imagino, aprovechaba para darse un garbeo por los alrededores por si caía algo más.

Finalmente, el Seprona de la Guardia Civil, con muy buen criterio, por cierto, decidió que aquel peligro debía de terminar antes de que pasara algo grave y ordenó retirar al animal del que, por otra parte, sus dueños también habían decidido ya por su cuenta deshacerse para evitar males mayores y porque les daba pena tenerlo siempre atado.
Dicho y hecho. Al final, aquella llama, víctima de la moda de tener animales exóticos como animales de compañía, vino a vivir a nuestro Arca de Noé en Tángel (Alicante) donde ahora es feliz rodeada de otros muchos animales. 

Guancho, la llama, refrescándose las pezuñas en el bebedero
En fin, menos mal, historia con final feliz.
Y, por cierto, algunos me preguntan a veces que si escupe… y sí, por experiencia propia se lo puedo asegurar. Cuando se pone nerviosa por un traslado o se asusta, sí, escupe… Y además, con muy buena puntería. Nunca falla. Garantizado.  El escupitajo va directo a la cara… Otro día, si eso, ya les digo a qué sabe…



Raúl Mérida

15/9/14

Ganas de vivir

Ocurrió en Alicante hace sólo unos meses y, hasta hoy, he guardado su historia junto a otras  muchas que, a partir de ahora,  cada semana iré compartiendo  con ustedes.  

Llevaba dos años sin salir de casa. Sin decir "¡Hola!" ni "¡Buenos días!" Sin sonreír por nada ni a nadie. Sólo, absolutamente solo. Sin dar un beso, sin dar la mano, sin sentir el olor de un árbol ni la sensación  del viento sobre su cara.
Supongo que la soledad cuando uno la decide voluntariamente no duele tanto pero, pese a ello, al final cansa, desgasta y mata.
Y, así, Enrique, un hombre mayor de setenta y tantos años, un día decidió acabar con todo. No hubo lágrimas ni lamentaciones. Encendió el horno de su casa y, simplemente, lo abrió. Cerró los ojos y comenzó a aspirar el veneno del gas como si fuera un mágico elixir.
Sólo la llamada de socorro de un vecino le salvó. Los bomberos acudieron y el SAMU lo ingresó inconsciente en el hospital.
Cuando abrió los ojos no sabía si aquello era el famoso cielo del que tanto había oído hablar o, quizás, el temido infierno. No tardó mucho en descubrir la realidad.
Unos días más tarde ya estaba de vuelta en casa pero, esta vez, sin quererlo ni buscarlo, en contra de su voluntad, lo habían incluido en un plan de control, una medida de seguridad para su bien. Una asistente social iría todas las semanas a verlo. 
Fue así como María llegó a la vida de Enrique… Sin embargo, no sería fácil que él la dejara entrar.
Seguía encerrado tras los muros de una vida que no entendía ni quería. Así que ella tuvo que usar toda la munición disponible para casos complicados y, poseedora de un perro y sabedora de los beneficios que reportan éstos, me llamó y me pidió ayuda.
Al día siguiente, a la diez en punto, tal y como habíamos quedado, estaba yo con Luna bajo el brazo, llamando a la puerta de Enrique. 
Él me abrió. Me estaba esperando. María le había hablado de mí. No hubo sonrisas por su parte ni saludos afectuosos. No eran necesarios. 
Me señaló a la perra y se la presenté. 
─ Se llama Luna  le dije ─. Doce años tiene. Ya ve, abandonada en el albergue por vieja. Deprimida hasta la médula… No se haga ilusiones, no la he traído para que le ayude a usted  le mentí –. Está aquí sólo para ver si usted puede ayudarla a ella. ¿Qué creé...?

Desde entonces, todas las mañanas Enrique y Luna pasean por las calles de Alicante. 
Y dicen aquellos que se los encuentran a su paso, que nunca vieron a dos amigos con más ganas de vivir.



Raúl Mérida
Protección de Animales

7/9/14

De Terra Mítica a Sudáfrica

Ojos grandes y abiertos. Más que patas, patazas… Y el pelo revuelto y espeso como una larga melena.
¿Han visto alguna vez como mira un león? Sientes que podría atravesarte, que no baja su vista antes tus ojos, que, simplemente, te mira de igual a igual… Quizás sabe que, aunque éste no es su sitio, él sigue siendo el rey.

Hay días que siempre formarán parte de ti.
Que un 31 de julio a las 14:00 de la tarde te llame el Seprona de la Guardia civil no es extraño. Al fin y al cabo, pese a la escasez de medios en los que esta crisis nos ha dejado a todos, el sistema sigue funcionando gracias a que hay personas como ellos que anteponen el deber al calor, que hacen de la obligación la vocación de servir y ayudar… 
Aquel día sonó mi teléfono y, como tantas otras veces, contesté:
 ¡Sí, dígame! 
 Aquí Seprona… Raúl, ¿puedes venirte para Benidorm? Tengo dos leones y un
mono que acabo de decomisar.
Sólo aquellos que me conocen, aquellos que conviven día a día conmigo, pueden imaginarse que lo que acabo de contar es, absolutamente literal y real. Tanto como que, una hora más tarde estábamos ya cargando los animales en mi coche camino de la comandancia.
Allí nos esperaban los que hasta ese momento habían sido los cuidadores de aquellos animales –me refiero a los leones, la historia del mono la dejo para semanas venideras porque, les aseguro, que también tiene su tela-. 
El caso es que estaban en poder de un matrimonio cercano al mundo del circo, que los había usado para ofrecer su recuerdo en forma de foto, previo pago de dinero, por supuesto… 

No dejará nunca de sorprenderme que, aún hoy en día, se pisotee la ley de tal forma con los animales. Ni se deben ni se pueden jamás usar cachorros para realizar fotos.  
Primero, porque sus ojos, aún en crecimiento y desarrollo, pueden dañarse para siempre por los flashes. 
Segundo, porque los animales sufren trastornos y secuelas de por vida en su comportamiento. 
Tercero, porque se encuentran en grave riesgo de extinción. 
Cuarto porque se necesitan permisos para su tenencia en vigor, etc, etc… Pero, sobre todo, por dignidad. Por dignidad de los animales y de las personas.
Y, por más extraño que les parezca, el lugar elegido para ofrecer esas fotos no había sido otro que Terra Mítica. 
En fin...

El caso es que aquellos leones o, mejor dicho,  leoncitos, con apenas tres meses de edad, con esa cara que tienen todos los cachorros que te piden que por favor, los cuides y los protejas, pedían una oportunidad, simplemente, la oportunidad de ser leones…
Y mientras todo eso ocurría y los rescatábamos y recuperábamos, establecíamos a su vez contacto con una fundación sudafricana Cach -CAMPAIGN AGAINST CANNED HUNTING- que había denunciado los hechos e iniciado contactos con una reserva de leones de Sudáfrica, la que gestiona el famoso Kevin Richardson, El Susurrador de Leones, con un objetivo claro: devolverlos a la libertad.
No me lo podía creer… Mi teléfono, de nuevo, no paraba de sonar. ¿Era posible que aquellos leones pudieran volver a correr libremente, a sentir el aire en sus frentes, a  crecer sin que ningún barrote limitara sus vidas?
Pues sí. 
Dicho y hecho. 
Los leones partieron para Madrid y se iniciaron los trámites que, aún hoy, continúan, para su posterior traslado a África.
En sólo unos días, nuestros especiales amigos, serán los dos primeros leones de Europa que pasarán de ser usados comercialmente, de ser foto de recuerdo familiar, a ser leones en libertad o, lo que es lo mismo,  leones de verdad.

Lo dicho, hay días que uno nunca olvidará. Días que llenan de sentido y de vida muchos otros. 




Raúl Mérida
Protección de Animales