Un animal no es una propiedad, es una responsabilidad.
Desde luego, cuando George Clooney apareció en un programa de televisión con un cerdo vietnamita como mascota y posteriormente lo hizo París Hilton, quedó demostrada una sola cosa, y es que no debían haberlo hecho nunca.
Poco se podían llegar a imaginar ambos que al aparecer, en sendas instantáneas con sus mascotas, iniciarían uno de los problemas medio ambientales más graves que sufre España y medio mundo occidental. Aquellas imágenes provocaron que una legión de fans y seguidores acudieran rápidamente al mercado digital para realizar su compra. Los puntos de venta en Internet se colapsaron recibiendo peticiones para la compra de cerdos vietnamitas.
La gente comenzó a volverse loca. No sabían qué comían, qué necesidades tenían, cómo cuidarlos… Pero, sobre todo, se olvidaron que al fin y al cabo, eran cerdos. Sí, puede que tuvieran su propio pedigrí y que el ser de origen asiático los dotara de un exotismo del que carecían los pobres cerdos de aquí pero, al fin y al cabo, cerdos también eran. Lo cual, no crean, no es nada despreciativo sino, simplemente, indicativo de cuáles serían sus necesidades para un bienestar animal.
El caso es que llegó la revolución para estos animales y así, los cerdos vietnamitas, a finales de los noventa, batieron todos los récords de venta posibles. La gente los compraba y los tenía como perros y gatos, olvidando, claro está, que aquellas bolas pequeñas, que aquellos animales que en el momento de la compra eran simplemente cachorros, crecerían sin remedio.
Pero mientras eso llegaba, en aquella época no era tan difícil verlos con sus uñas pintadas y sus crestas teñidas, caminando por la calle conducidos por sus dueños a través de un arnés que cruzaba su cuerpo.
Recuerdo perfectamente la primera vez que fui consciente de la que se nos venía encima. El caso me entró en forma de denuncia. Un matrimonio había comprado uno y lo tenía viviendo en un sexto piso de un edificio situado, por cierto, en una céntrica plaza de Alicante. Los vecinos que vivían abajo denunciaron los hechos ante el ayuntamiento. Les molestaba sobremanera el ruido que hacían las pezuñas del animal cuando correteaba sobre el parquet de la lujosa vivienda.
Fue el primer caso, sí, pero desde luego, no el último. A partir de ese momento comenzaron a producirse llamadas, bastantes, por cierto, de personas que decían haberlos visto en libertad en diferentes puntos de toda la provincia.
Y siendo grave la situación aquí, sin embargo, no era la peor. En Cataluña, por ejemplo, el problema se había convertido ya en algo serio de gran alcance. Y ¿por qué? Pues nada más y nada menos que porque, meses antes y viendo el furor que causaba "el cerdo de George Clooney" –en el buen sentido de la palabra o expresión- a la TV3 no se le había ocurrido otra cosa que programar en "prime time", una serie con el nombre de "Porca miseria". ¿Y saben ustedes quién era el protagonista de la misma? Pues, en efecto, un cerdo vietnamita. La audiencia fue tan buena que el programa "Veterinaris" emitido por la misma cadena, de enorme repercusión también en aquella época, comenzó también a aprovechar el tirón televisivo y de cada tres pacientes en consulta, uno era un cerdo vietnamita.
¿Se imaginan cómo acabó aquello? Sólo les daré un dato; Cataluña hoy en día es la comunidad donde más cerdos vietnamitas viven abandonados en libertad. Muchos fueron los que los compraron y muchísimos los que los abandonaron por no poder seguir teniéndolos.
El caso es que los cerdos vietnamitas, lejos de no adaptarse a su vida en libertad; lo que entre otras cosas, demuestra que nunca fue un animal de compañía, lo ha hecho y de qué forma… Son fuertes y rápidos, ágiles y veloces… Y quizás porque pasan hambre y sed, son capaces de oler el agua y la comida a decenas de metros de distancia. Se vuelven nocturnos si hace falta y saben, como ningún otro animal, moverse entre las sombras de la noche… No atacan si no se sienten atacados, prefieren siempre la huida antes que el enfrentamiento y eso que los que encontramos ya en libertad, en muchos casos, no son ni siquiera aquellos que en su día abandonaron, sino que ya son hijos o nietos, muchas veces, incluso, cruzados con jabalís, que viven alrededor de la ciudad.
Producto directo de las modas, son víctimas de los seres humanos que buscan muchas veces en ellos algo de lo que presumir o aparentar. Sin embargo, lo peor de todo, lo verdaderamente grave es que aun sabiendo la situación, las autoridades siguen permitiendo su venta como si el problema no fuera con ellos.
Recuerdo siempre el caso de los mapaches o los coatís. Cuando supe que muchas tiendas estaban comercializando con ellos me llevé las manos a la cabeza. ¿Cómo era posible? Pero lo fue y de qué manera. Se vendieron cientos de ellos durante años sin que ni siquiera los que los vendían y menos aún lo que los compraban, supieran las costumbres o necesidades de aquellos desdichados animales. Y así, aquellas bolitas de pelo fueron creciendo como pudieron sin que tampoco nadie se hubiera preocupado de saber que no llegan a la edad adulta hasta, al menos, los tres años de edad ¿y qué pasó entonces? Pues comenzaron a defender su territorio, se produjeron mordeduras y muchos de ellos acabaron abandonados.
Hoy, mapaches, coatís y ahora también cerdos vietnamitas, viven en libertad en nuestro entorno más cercano en una guerra continua con otras especies -enemigos naturales- por sobrevivir.
Por eso, ya se sabe que a la vuelta de unos años, muchas especies nos abandonarán y el equilibrio del ecosistema saltará por los aires. Pero bueno, qué más da, pensarán algunos, eso será aún dentro de mucho, mientras tanto, a seguir igual.
En fin, que como el nombre de aquella serie catalana, todo esto es, nunca mejor dicho, una porca, pero muy porca miseria. ¡Pobres animales!
Raúl Mérida
Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda www.fundacionraulmerida.es o www.animalesarcadenoe.com