21/9/15

Verano animal

España, por desgracia, es una potencia europea en abandono y maltrato de animales pero, seguramente, este verano los españoles hayamos batido nuestro propio  record mundial y, desde luego, no es ningún orgullo. Todo lo contrario. Es una de nuestras mayores vergüenzas nacionales.

Verán… Mientras media España se iba de vacaciones y las playas se llenaban y los chiringuitos reventaban, mientras muchos conocían países lejanos y culturas de lo más exóticas, aquí, en España, seguíamos instalados en una de nuestras costumbres más arraigadas que tenemos, esa  que nos convierten, tristemente, en uno de los países que más animales abandonados produce por minuto…. ¿Que debiera estar acostumbrado ya? Quizás. Pero no lo estoy. Es más, espero, sinceramente, no estarlo nunca. 

Además hay cosas que, ni entiendo, ni quiero entender. Por ejemplo, ¿por qué este año han aparecido más que nunca camadas de perros y gatos en contenedores de basura? No digo en los alrededores de éstos, me refiero directamente en el interior de los mismos. ¿Qué tipo de personas, mejor dicho, qué tipo de miserables son capaces de arrojar entre bolsas, botellas vacías y basura, a unos cachorros de apenas unos días o incluso minutos de vida?  ¿No es bastante con abandonarlos? Está claro que la basura son ellos, personas muertas que quizás respiren, caminen y hasta hablen pero, desde luego, ¿sentir?, no sienten nada.
Nunca podré olvidar la expresión de tres pequeñas crías de gato que, con apenas unas horas de vida, fueron encontradas este verano en una simple papelera del centro. Hoy son animales adoptados, sí, pero, siempre que los recuerdo, pienso: ¿Cuántos como ellos morirán cada día sin que nunca nadie sepa que una vez existieron?
¿Y los perros? Todos los veranos la misma historia. El mejor amigo del hombre, cuando es  abandonado, se convierte en el mejor amigo del hambre. ¿Qué me dicen de los arcenes de las carreteras cuando se llena de ellos? Perros sin raza y con raza. Todos puro hueso de pura hambre. Famélicos y tristes, avergonzados por su mala suerte como si fuera culpa de ellos, intentado oler el camino de vuelta a casa.

Y no crean, este año la cosa fue a más. Sí,  el abandono no sólo  fue terrestre, también "aéreo". Las alturas comenzaron a llenarse de perros abandonados. Probablemente nunca nuestros bomberos realizaron tantas intervenciones en balcones de la ciudad. No, no se trataban de incendios ni fuegos. Fueron, nada más y nada menos, que perros a los que sus dueños dejaron encerrados en terrazas y nunca más volvieron. 
Recuerdo perfectamente una de las llamadas que recibí:
─ Se trata de dos perros abandonados en un quinto piso - me dijo -. Al principio nos extrañó a los vecinos. Nadie aparecía para darles de comer. Ellos comenzaron a ladrar y nosotros a alimentarlos como podíamos. Ha sido muy duro ver cómo pasaban los días y se iban consumiendo.
─ ¿Y  de dónde bebían? - le pregunté -. De los charcos que al tirarles el agua formamos sobre el suelo del balcón.
¡Imagínense! Como esa, muchas otras llamadas, y siempre la misma historia. Sólo variaba la calle y la  altura de la vivienda.

Pero, no crean, aún siendo malo todo lo anterior, no sé si fue peor cuando descubrimos que en algunas zonas de la ciudad empezaban a aparecer animales mutilados, con las patas partidas o ya muertos. Todos ellos fueron golpeados y apaleados. Nunca puedes llegar a imaginar que alguien puede ser capaz de algo así. 
Por eso digo que ha sido un verano duro, muy duro, repleto de rescates de animales a los que fuimos, después en nuestro centro, sacando  adelante uno a uno. Y no, eso tampoco ha sido fácil, nada fácil. 
Los animales abandonados llegan a los albergues deprimidos, tristes, enfermos…  Sólo gracias al personal y a los voluntarios y a las casas de acogida y el apoyo de otras asociaciones y a todos esos veterinarios que colaboran con su tiempo y su ciencia en curarles las heridas del cuerpo y del alma, conseguimos devolverles la esperanza e ir, poco a poco, encontrando familias para todos ellos. 
Y, por supuesto, no somos un caso aislado, como el nuestro muchos otros albergues y, ya hasta particulares, han luchado este verano y seguirán luchando desesperadamente por ofrecerles una oportunidad, difundiendo constantemente, buscando adoptantes, denunciando…  No hay trincheras, ni refugios para una guerra en la que, tristemente, siempre pierden los mismos, los animales.

Por eso me pregunto cada año al llegar esta fecha lo mismo; ¿Por qué? ¿Por qué cada año cientos de miles de animales son abandonados y maltratados en nuestro país? ¿Por qué hay personas capaces de cambiar unas semanas de vacaciones por el amor incondicional de su mejor amigo? ¿Por qué?...  Nunca lo entenderé.


Raúl Mérida




Nota: En el albergue de animales de Alicante, en el Camino Viejo de Elche, viven muchos animales abandonados esperando familias que decidan adoptarles y darles de nuevo una oportunidad. Mientras tanto la Protectora de Animales de Alicante cuida de todos ellos.