22/9/15

El último animal abandonado

El primer animal abandonado que vi fue un galgo. Los penúltimos, dos gatos: Lluvia y Solo. Entre ellos, cientos de perros, gatos, mapaches, monos... Sin embargo, siempre hay un último animal, en mi caso, más de cien pájaros medio asfixiados que transportaban en el interior de una caja esta misma semana.

Tan importante como la primera, es la última vez.
Tenía apenas diez años cuando un día de verano mi abuelo decidió realizar trabajos de limpieza en un terreno que tenía con frutales y huertos. Recuerdo perfectamente aquella mañana; 

Era verano. Las puertas de la finca, casi al amanecer, se abrieron de par en par y una cuadrilla de trabajadores entró dentro. Tras organizarse la faena, comenzaron a limpiar el campo. 
El caso es que, entre tanto trajín, entre tanto ir y venir, de pronto apareció por allí un perro. Era blanco y delgado. Nadie le acompañaba. Nadie sabía de él. Hambriento y medio desconfiado, hoy tengo claro que, aquel pobre y triste perro, fue el primero abandonado que veía en mi vida. 
El animal pasó el día entero con nosotros. Supongo que, para él, tener algo que comer aquel día fue una novedad pero, al caer la tarde, los trabajos finalizaron y lo perdí de vista. Me extrañó y comencé a buscarlo pero, entonces, escuché un frenazo y un golpe seco, cuyo ruido venía de una carretera que pasaba cerca de la casa. Salí fuera y, desde el muro, lo vi tumbado junto al arcén. Aún respiraba mientras, bajo su cuerpo, un charco de sangre empezaba a envolverlo. 
Llamé a mi abuelo llorando pero, ya era tarde, nada puedo hacer por él salvo enterrarlo.

En aquella época no existía en aquel pueblo perdido de Andalucía, ningún teléfono al que llamar, no existía servicio de recogida de animales abandonados al que avisar, no existía albergue ni refugio para animales abandonados alguno y, lo que es peor, a día de hoy creo que sigue sin existir.
Por eso, cuando últimamente escucho que en algunos municipios del norte de España empiezan a abogar porque no se recojan los animales abandonados de la calle y nos lo presentan como una alternativa en consonancia con nuestros tiempos, no puedo sino recordar a aquella España profunda que, ya ven, ahora sin comerlo ni beberlo, atendiendo a estas nuevas tendencias, se han situado en la vanguardia de la modernidad.

Fíjense, fue, nada y nada menos, que el 1 de julio de 1927 cuando el gobierno de España estableció la obligación de recoger animales abandonados en la vía pública, antes no había nada de nada. El primer servicio de recogida de animales abandonados se instauró, meses más tarde en Zaragoza y se trataba de un triste carro arrastrado por mulas, con jaulas para perros en su interior.
Creo, sinceramente, que desde entonces hasta ahora mucho se ha avanzado, por eso pienso que la cuestión no debe estar en la recogida de animales, sino en lo que motiva la misma, es decir, en el abandono. Eso es lo que realmente separa a España de Holanda, Francia o tantas otras naciones avanzadas donde no existen planteamientos de este tipo porque, simple y llanamente, no existe abandono de animales.
En esos países, por ejemplo, la esterilización, poderosísima arma contra el abandono, no es una opción sino una obligación ética hacia nuestro animal y hacia la sociedad como forma de evitar el nacimiento de animales para los que no existen dueños y, menos aún, buenos dueños para todos ellos.
Mientras  el abandono siga campando a sus anchas en España, me temo que muchos perros, gatos, animales exóticos y hasta tigres y leones, serán víctimas de él.

Les contaré sólo dos casos tan reales como el primero que les relataba al comienzo. A uno le han llamado “Lluvia”. Se lo encontró uno de esos ángeles que viven entre nosotros cuando iba camino de su trabajo. Se trata de un gato de apenas dos meses, casero a más no poder. Apareció en la calle el día de las fuertes lluvias. Asustado, empapado, temblando de frío y miedo… Fue recogido de la calle, rescatado de la muerte y hoy vive adoptado por aquella persona que se lo encontró.
El otro se llama “Solo”. Fue abandonado ciego en la calle. Con los ojos apagados por una infección galopante apareció en un rincón de un portal. Solo, completamente solo. No veía nada. ¿Se imaginan? Sólo escuchaba los pasos de la gente, el ajetreo de la calle y el ruido de los coches al pasar… Lo recogimos, lo operamos y lo curamos… Y así, hoy los dos tienen esperanza. 
Uno ya está en una casa y el otro lo estará dentro de poco. 

Sin embargo, la historia continúa. Supongo que  hubiera sido demasiado bonito, dentro de lo dramático de cada uno de esos casos, que “Lluvia” o “Solo” fueran mis últimos animales abandonados… Mientras escribo estas letras, me avisan de la aparición de una caja con cientos de pájaros medio asfixiados en su interior, todos víctimas del tráfico ilegal de especies. 
Y quizás, esto es realmente lo más duro… saber que, mientras no cambien las leyes y las conciencias, nunca habrá un último animal abandonado en nuestro país, siempre habrá alguno que llegará después. 


Raúl Mérida



Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com 
En la protectora de animales de Alicante a aquellos animales de compañía abandonados que necesitan un hoga:. www.protectoraanimalesalicante.org