12/4/15

El fusilamiento

No hay peor desgracia para un animal salvaje que ser guapo.

En todas las guerras del mundo existen pelotones de fusilamiento. Se trata de siete tiradores a los que se les distribuyen al azar las escopetas cargadas. Todas llevan munición real salvo una que porta una bala de fogueo. Nadie sabe quién disparará ésta pero, si les preguntaras al terminar la ejecución, todos pensarían que ellos han sido los que dispararon la única bala inofensiva. Todos creerían que son inocentes. 

Hace unos años a  algunos eruditos se les ocurrió la feliz idea de ponerse a importar animales como si se trataran de sillas a juego con la tapicería del sofá. Especies hasta ese momento desconocidas para todos, fueron llegando a nuestras vidas como si siempre hubieran formado parte de ellas.
Evidentemente, los animales elegidos no lo fueron por su carácter ni por sus condiciones de vida parecidas a las nuestras, eso hubiera sido pedir mucho. Lo fueron, simple y llanamente, por su aspecto. Se buscaron animales guapos de rasgos agradables y simpáticos. 

Y, así, bajo esos criterios "tan técnicos", empezaron a llegar a las tiendas las primeras inocentes tortuguitas de colores bonitos y muy llamativos que, por cierto, no tardaron mucho en crecer. Entonces, como siempre suele ocurrir,  a algún iluminado, más bien a muchos, se les debió ocurrir la "genial" idea de que, total, si eran de agua lo mejor era devolverlas al agua y ,así, sin más consideración ni pensamiento, comenzaron a dejarlas en ríos, estanques y lagunas.  Hoy en día, los famosos Galápagos de Florida se han convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza para nuestras autoridades medio ambientales. Su presencia, actualmente, es tan abundante y numerosa que ya han hecho desaparecer a otras especies.
Pero, ya ven, no acabó ahí el asunto… Tras las tortugas de Florida y, el fiasco causado con las mismas, los escaparates de algunas de las tiendas de animales se llenaron entonces de mapaches y coatíes. Días más tarde, ya estaban conviviendo en los primero hogares.

Y el caso es que, durante los primeros años, todo fue bien. Nada hacía presagiar el fatal desenlace  de lo que parecía una relación idílica entre el  hombre y ese bonito animal de compañía salvo, eso sí, por un pequeño detalle y es que, al fin y al cabo, no eran animales de compañía.
Los mapaches fueron creciendo y, poco a poco,  los primeros  dueños de los mismos empezaron a descubrir que, no era al año, ni a los dos, cuando se convertían en adultos sino que, en realidad, era a partir de los tres cuando llegaban a su desarrollo completo y comenzaba su lucha titánica por sobrevivir en un mundo que, por cierto, ni entendían  ni comprendían. 
Y, así, no tardaron en llegar las primeras mordeduras y agresiones y, con ellas, el abandono… Pero, no crean, el mercado no se desanimó por ello, todo lo contrario, tras los mapaches y coatíes llegaron las serpientes, canguros, iguanas y miles de animales más… La mayoría, desgraciadamente, acabaron igual; solos, perdidos, escondidos durante el día, desplazándose por las noches, corriendo entre los coches, reptando por las calles, cruzando carreteras….
Muchos murieron en el intento de buscar, simplemente, cobijo, algo que comer y agua para beber.
Otros, buscando la naturaleza más cercana a las ciudades se salvaron y, así, ante el asombro de todos, un día empezaron a aparecer  en parques públicos o plazas, literalmente subidos a árboles o escondidos bajo las plantas, aterrados de puro miedo…  

Todos fueron y son recogidos y acogidos en centros especializados como el nuestro. 

Pero, también hubo, entre tantos, otros muchos que llegaron a ríos y montañas donde se hicieron un hueco para vivir a costa, eso sí, de la desaparición en su lucha por la supervivencia de muchas otras especies. 
Fíjense, hace poco las autoridades medioambientales dieron de nuevo los datos. Más de cincuenta especies exóticas distintas viven ya en nuestros parques naturales y, de ellas, veinte han sido declaradas invasoras. Eso significa, directamente, que, otras tantas autóctonas, han desaparecido ya por ello.
Por eso, nuestro entorno  está cambiando a toda velocidad. Animales ayer numerosos, son hoy declarados en peligro de extinción con fecha fija de desaparición… Pero, todo parece dar igual, el comercio de animales salvajes continúa sin fin, sin que nadie asuma la responsabilidad de lo que está pasando. Y es que, al fin y al cabo, si preguntáramos a todos los implicados, ninguno se sentiría culpable por ello. 
Las  tiendas que los venden dirían que la culpa es del cliente que los demanda. 
El cliente que los demanda aseguraría que la responsabilidad es de las autoridades que lo permiten. 
Las autoridades que lo permiten, nos dirían que la culpa es de la oferta y la demanda, es decir,  de la tienda que los vende y del cliente que los compra. 
Y, así, todos, una y otra vez, se declararían inocentes porque, en realidad, todos ellos creen siempre que disparan la única bala de fogueo que existe entre todas las que se lanzan en nuestro país contra la vida… Pero que no se engañen, hace tiempo que, entre unos y otros,  el planeta está siendo, literalmente, fusilado.


Raúl Mérida



Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. Más información en: www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com