Jean-Jacques Annaud, director de películas tan emblemáticas como “El nombre de la Rosa” con Sean Connery, "7 años en el Tibet" con Brad Pitt o "El oso", acaba de estrenar "El último lobo", un nuevo film en defensa de los animales. Lo que, inevitablemente, me ha recordado a una época de mi vida en que trabajé para él. Una historia que comienza en la Ciudad de la Luz.
Todo empezó una mañana de abril cuando recibí una llamada de los famosos estudios de cine de Alicante porque tenían un problema.
Por aquel entonces había comenzado el rodaje de “Asterix y Obelix en los juegos olímpicos”, una superproducción con nombres tan conocidos y míticos en su reparto como Gérard Depardieu o Alain Delon.
La peli, como todas las de aventuras y acción, contaba con la intervención de numerosos animales pero, curiosamente, nunca se había rodado en aquellos estudios con éstos. El caso es que se esperaba la inminente llegada en las próximas semanas de cincuenta caballos de pura sangre procedentes de Madrid, tigres y guepardos que venían de Holanda, además de halcones, águilas y un sinfín de animales de cetrería... ¡Una locura!
Nos pusimos inmediatamente a trabajar. Las necesidades estaban claras. Por un lado, había que conseguir instalaciones y espacios adecuados para ellos. Por otro, era necesario garantizarles los mejores cuidados durante su estancia.
Pero, no quedaba ahí la cosa, las producciones, dada su magnitud y su especialización, habían pedido también un control de calidad que, reconozco que me encantó. Exigían que quedara garantizado el bienestar y el trato correcto y más exquisito de todos los animales que participaran en las distintas películas que iban a rodarse en dichos estudios.
La verdad es que recuerdo que fueron semanas de actividad frenética, de unir la noche con el día, de realizar informes, proyectar espacios y levantar instalaciones… Pero lo conseguimos. Cuando, finalmente, tan sólo unos días después, llegaron los primeros caballos, por cierto, valorados por aquel entonces en un millón de euros cada uno, las cuadras estaban montadas y preparadas al milímetro para funcionar.
Creímos entonces que lo peor había pasado pero, no fue así, la tranquilidad nos duró poco… No habíamos hecho más que comenzar el rodaje "Asterix" cuando aterrizó en los estudios otra superproducción de la mano de Jean-Jacques Annaud que nos absorbió nuevamente. Se llamaba "Su Majestad Minor".
Se trataba de una peli en la que los verdaderos protagonistas del film eran, imagínense, unos cerdos. Pero, no crean, no unos cerdos cualquiera. Los animales procedentes de Francia eran auténticos actores de primera fila a los que, por cierto, debo reconocer que, desde el primer momento, se les trató como estrellas. Para empezar, el transporte de los mismos se realizó en un vehículo especializado. Y no, no viajaron solos. Su veterinario personal vino desde París acompañándoles durante todo el trayecto.
Por otro lado, recibimos instrucciones directas desde la productora solicitándonos que, para la llegada de los mismos, tuviéramos preparadas unas golosinas especiales para repararles de tan pesado viaje... Y qué decir del lugar donde iban a vivir los animales.
Todo estaba previsto. Unas semanas antes nos habían enviado planos precisos de cada una de las instalaciones necesarias para ellos… Cada cerdo, siguiendo las instrucciones personales de Jean-Jacques Annaud, dispondría de una ducha individual, de una piscina y de una casa con dormitorio y estancias… Cada día, después del rodaje, cada animal recibiría un masaje para que no se estresaran y se sintieran lo mejor posible.
Y así se hizo. Todo se cumplió al pie de la letra… Y aún hoy recuerdo a cada uno de aquellos animales, ajenos a la admiración que despertaban, rozando sus cuerpos contra mis piernas buscando el calor humano.
Nunca olvidaré sus miradas entrañables y amistosas y el agradecimiento que demostraban en cada uno de sus gestos. Reconozco que llegué a estar tan unido a ellos que, incluso, recuerdo que una noche soñé que uno se escapaba mientras, realmente, lo hacía. Menos mal que todo quedó en un susto. Y es que, al fin y al cabo, puede que mucha gente no lo sepa pero, los cerdos son de los animales más inteligentes y sensibles que pueblan el planeta.
El caso es que, finalmente, la peli terminó y una mañana de diciembre aquellos animales y el equipo que los cuidaba se marcharon de nuevo camino para Francia entre abrazos y lágrimas de despedida… En fin, todo termina.
Pero, el otro día, leyendo una entrevista a Jean-Jacques Annaud en la que contaba cómo se había sentido al conseguir en su última película captar las emociones de los lobos, recordé una charla sin fin que mantuvimos los dos tras una larga jornada de rodaje. Sentados en la loma de una montaña de Villajoyosa frente al mar, bromeábamos sobre el alimento que dábamos a los animales de la peli y que él decía que era caviar para ellos cuando, de pronto, se puso serio y mirándome a los ojos me dijo:
─ ¿Sabes? Llevo toda la vida rodando con animales. Mucha gente cree que es por la pasión que siento por el cine o por ellos la que me empuja a hacerlo, pero hay algo más. Existe una parte de los animales que espero algún día poder captar... se trata de sus emociones.
Querido Jean-Jacques Annaud, me alegro que por fin sientas que lo has logrado aunque para mí, como te dije entonces, no hay un solo plano en cualquiera de tus películas, sea la que sea, en que no hayas conseguido hacerlo ya.
Raúl Mérida
Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. Más información en: www.fundacionraulmerida.es o www.animalesarcadenoe.com
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