Historias increíbles

Tigres y leones en pisos, pumas en chalets, linces, monos, serpientes...

Historias que ellos no pueden contar

Debemos hacer eco de sus historias; rescates, maltratos...

Historias que podrían haber sido la última

Cachorros, ancianos, con pedigree, inválidos... Da igual su raza y "valor".

Historias de rechazo

Muchos son abandonados cuando dejan de ser "útiles".

Historias de supervivencia

Historias que narran la lucha por sobrevivir al abandono.

26/4/15

Mi primera vez


El compañero inseparable del perro abandonado no es el hombre, es el hambre.

Acaban de descubrir por fin el secreto. Un científico japonés ha podido demostrar que, cuanto más se miran a los ojos un perro y su dueño, cuanta más relación existe entre ambos, más oxitocina producen sus cerebros. ¿Y qué es la oxitocina? Pues, nada más y nada menos, que la hormona de la felicidad.


Se llamaba Bruma. Era negra como el azabache. Ni muy grande ni muy pequeña. Tenía unas patas largas hasta el infinito y un rabo incansable que balanceaba sin parar. 
Su historia para mí comenzó el mismo día en el que la encontré, allá por finales de los noventa. Estaba abandonada, sucia y perdida en medio de la calle. Pregunté a los vecinos, nadie sabía nada.
La monté en mi coche. Entonces me di cuenta que una de sus patas sangraba así que, primero la llevé al veterinario y, de ahí, directos  al albergue. 
Al principio, se mostraba cohibida y desconfiada pero, entre todos, le dimos tiempo para que conociera las instalaciones, para que se acostumbrara  al ladrido constante de los otros perros y, sobretodo, a ese dolor permanente que produce sentirse abandonado. 
Y así, poco a poco, conseguimos que Bruma volviera a aferrarse a la vida. 
Primero se le curó la herida de la pata. Luego comenzó a cicatrizarle la del alma. 

Y el tiempo trascurrió y la vi pasar por varias jaulas y comprobé como, igual que todos sus compañeros, se iba sintiendo dueña y señora del pequeño territorio que conformaba  cada una de ellas… 
Pero,  si algo le pertenecía de verdad a Bruma, era la libertad. 
Esperaba ansiosa cada día a que alguien se acercara a su jaula y le abriera la puerta y la dejara salir. No había mayor felicidad para cualquiera que estuviera presente, que verla correr deprisa sin rumbo, simplemente por el placer de correr… Siempre hacía lo mismo. Primero se alejaba a toda velocidad de la jaula pero,  cuando sentía que se había marchado demasiado lejos de aquel que le había abierto la puerta, rauda y veloz, corría hacia él de nuevo para agradecérselo con lametazos, roces y movimientos de rabo.

Bruma no era un cachorro cuando la encontramos, era ya una perra adulta. 
En aquella época existían pocas personas en España dispuestas a adoptar un perro de un albergue y, menos aún, si éste era mayor. Sé que hoy puede parecer una locura pero, por aquel entonces, sin Internet, ni eventos, ni redes sociales, resultaba casi imposible dar a conocer la historia de un solo animal y pedir ayuda para él. 
Así que, un buen día, harto de ver que ella, igual que otros muchos animales del albergue, parecían invisibles en sus jaulas para nuestros visitantes, decidí comenzar a contar sus historias. 
La primera fue la de Bruma. Escribí un artículo sobre ella, le hice una foto y la envié a este mismo periódico sin saber si, realmente, la publicarían. Al fin y al cabo,  en aquella época ningún medio dedicaba espacio alguno a la adopción de animales. Sin embargo, al día siguiente la publicaron y, ese mismo día, salió adoptada.

Tras la suya, siguieron muchas más historias. No les exagero, más de mil.
Sin embargo, reconozco que la de ella me marcó para siempre. A menudo recordaba y, aún recuerdo, aquellas tardes de voluntario en el albergue corriendo a su lado. 
Nunca más supe de Bruma hasta la semana pasada. Fue entonces cuando vino a verme la familia que la adoptó hacía ya más de quince años. Traían malas noticias. Bruma había fallecido.
Supongo que es ley de vida, que los años pasan para todos pero… ¿Por qué dolerá siempre tanto?
Me senté en un banco del albergue a hablar con ellos y me enseñaron el recorte de aquel viejo periódico, ya amarillo por el tiempo, que recogía su historia… 
Estaba emocionado escuchándoles. No paraban de contarme historias de su vida junto a ella… Y, entonces, recordé la famosa hormona de la felicidad, esa que, según los estudios recientes,  nace y se multiplica a base de roces, caricias y afecto. 
Supongo que para llegar a ese descubrimiento científico habrán realizado miles de análisis y pruebas complejas pero, qué quieren que les diga, en realidad, no hacía falta tanto. Cualquiera que viva con uno de ellos lo sabe… No hay un solo día en el que la vida no nos demuestre que, la amistad entre un perro y su dueño, es felicidad en estado puro.

Nota: Los albergues de animales de toda España están llenos de Brumas, Lunas, Tobis y miles de perros abandonados más. Todos esperan desde sus jaulas poder demostrar algún día que, cuando alguien dijo que el perro es el mejor amigo del hombre, estaba pensando en cualquiera de ellos. 


Raúl Mérida

19/4/15

Animales de película

Sólo es posible tener a un animal salvaje cuando no se posee, cuando vive en libertad.

Jean-Jacques Annaud, director de películas tan emblemáticas como “El nombre de la Rosa” con Sean Connery, "7 años en el Tibet" con Brad Pitt o "El oso", acaba de estrenar "El último lobo", un nuevo film en defensa de los animales. Lo que, inevitablemente, me ha recordado a una época de mi vida en que trabajé para él. Una historia que comienza en la Ciudad de la Luz.


Todo empezó una mañana de abril cuando recibí una llamada de los famosos estudios de cine de Alicante porque tenían un problema. 
Por aquel entonces había comenzado el rodaje de “Asterix y Obelix en los juegos olímpicos”, una superproducción con nombres tan conocidos y míticos en su reparto como Gérard Depardieu o Alain Delon. 
La peli, como todas las de aventuras y acción, contaba con la intervención de numerosos animales pero, curiosamente, nunca se había rodado en aquellos estudios con éstos. El caso es que se esperaba la inminente llegada en las próximas semanas de cincuenta caballos de pura sangre procedentes de Madrid, tigres y guepardos que venían de Holanda,  además de halcones, águilas y un sinfín de animales de cetrería... ¡Una locura!
Nos pusimos inmediatamente a trabajar. Las necesidades estaban claras. Por un lado, había que conseguir instalaciones y espacios adecuados para ellos. Por otro, era necesario garantizarles  los mejores cuidados durante su estancia.
Pero, no quedaba ahí la cosa, las producciones, dada su magnitud y su especialización, habían pedido también un control de calidad que, reconozco que me encantó. Exigían que quedara garantizado el bienestar y el trato correcto y más exquisito de todos los animales que participaran en las distintas películas que iban a rodarse en dichos estudios. 
La verdad es que recuerdo que fueron semanas de actividad frenética, de unir la noche con el día, de realizar informes, proyectar espacios y levantar instalaciones… Pero lo conseguimos. Cuando, finalmente, tan sólo unos días después, llegaron los primeros caballos, por cierto, valorados por aquel entonces en un millón de euros cada uno, las cuadras estaban montadas y preparadas al milímetro para funcionar.
Creímos entonces que lo peor había pasado pero, no fue así, la tranquilidad nos duró poco… No habíamos hecho más que comenzar el rodaje "Asterix" cuando aterrizó en los estudios otra superproducción de la mano de Jean-Jacques Annaud que nos absorbió nuevamente. Se llamaba "Su Majestad Minor". 
Se trataba de una peli  en la que los verdaderos protagonistas del film eran, imagínense, unos cerdos. Pero, no crean, no unos cerdos cualquiera. Los animales procedentes de Francia eran auténticos actores de primera fila a los que, por cierto, debo reconocer que, desde el primer momento, se les trató como estrellas. Para empezar, el transporte de los mismos se realizó en un vehículo especializado. Y no, no viajaron solos.  Su veterinario personal vino desde París acompañándoles durante todo el trayecto.
Por otro lado, recibimos instrucciones directas desde la productora solicitándonos que, para la llegada de los mismos, tuviéramos preparadas unas golosinas especiales para repararles de tan pesado viaje... Y qué decir del lugar donde iban a vivir los animales. 

Todo estaba previsto. Unas semanas antes nos habían enviado planos precisos de cada una de las instalaciones necesarias para ellos… Cada cerdo, siguiendo las instrucciones personales de Jean-Jacques Annaud, dispondría de una ducha individual, de una piscina y de una casa con dormitorio y estancias… Cada día, después del rodaje, cada animal recibiría un masaje para que  no se estresaran y se sintieran lo mejor posible.
Y así se hizo. Todo se cumplió al pie de la letra… Y aún hoy recuerdo a cada uno de aquellos animales, ajenos a la admiración que despertaban, rozando sus cuerpos contra mis piernas buscando el calor humano. 
Nunca olvidaré  sus miradas entrañables y amistosas y el agradecimiento que demostraban en cada uno de sus gestos. Reconozco que llegué a estar tan unido a ellos que, incluso, recuerdo que una noche soñé que uno se escapaba mientras, realmente, lo hacía. Menos mal que todo quedó en un susto. Y es que, al fin y al cabo, puede que mucha gente no lo sepa pero, los cerdos son de los animales más inteligentes y sensibles que pueblan el planeta.
El caso es que, finalmente, la peli terminó y una mañana de diciembre aquellos animales y el equipo que los cuidaba se marcharon de nuevo camino para Francia entre abrazos y lágrimas de despedida… En fin, todo termina. 
Pero, el otro día, leyendo una entrevista a Jean-Jacques Annaud en la que contaba cómo se había sentido al conseguir en su última película captar las emociones de los lobos, recordé una charla sin fin que mantuvimos los dos tras una larga jornada de rodaje. Sentados en la loma de una montaña de Villajoyosa frente al mar, bromeábamos  sobre el alimento que dábamos a los animales de la peli y que él decía que era caviar para ellos cuando, de pronto, se puso serio y mirándome a los ojos me dijo: 
─ ¿Sabes? Llevo toda la vida rodando con animales. Mucha gente cree que es por la pasión que siento por el cine o por ellos la que me empuja a hacerlo, pero hay algo más. Existe una parte de los animales que espero algún día poder captar... se trata de sus emociones.

Querido Jean-Jacques Annaud, me alegro que por fin sientas que lo has logrado aunque para mí, como te dije entonces, no hay un solo plano en cualquiera de tus películas, sea la que sea, en que no hayas conseguido hacerlo ya.

Raúl Mérida



Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. Más información en: www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com



12/4/15

El fusilamiento

No hay peor desgracia para un animal salvaje que ser guapo.

En todas las guerras del mundo existen pelotones de fusilamiento. Se trata de siete tiradores a los que se les distribuyen al azar las escopetas cargadas. Todas llevan munición real salvo una que porta una bala de fogueo. Nadie sabe quién disparará ésta pero, si les preguntaras al terminar la ejecución, todos pensarían que ellos han sido los que dispararon la única bala inofensiva. Todos creerían que son inocentes. 

Hace unos años a  algunos eruditos se les ocurrió la feliz idea de ponerse a importar animales como si se trataran de sillas a juego con la tapicería del sofá. Especies hasta ese momento desconocidas para todos, fueron llegando a nuestras vidas como si siempre hubieran formado parte de ellas.
Evidentemente, los animales elegidos no lo fueron por su carácter ni por sus condiciones de vida parecidas a las nuestras, eso hubiera sido pedir mucho. Lo fueron, simple y llanamente, por su aspecto. Se buscaron animales guapos de rasgos agradables y simpáticos. 

Y, así, bajo esos criterios "tan técnicos", empezaron a llegar a las tiendas las primeras inocentes tortuguitas de colores bonitos y muy llamativos que, por cierto, no tardaron mucho en crecer. Entonces, como siempre suele ocurrir,  a algún iluminado, más bien a muchos, se les debió ocurrir la "genial" idea de que, total, si eran de agua lo mejor era devolverlas al agua y ,así, sin más consideración ni pensamiento, comenzaron a dejarlas en ríos, estanques y lagunas.  Hoy en día, los famosos Galápagos de Florida se han convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza para nuestras autoridades medio ambientales. Su presencia, actualmente, es tan abundante y numerosa que ya han hecho desaparecer a otras especies.
Pero, ya ven, no acabó ahí el asunto… Tras las tortugas de Florida y, el fiasco causado con las mismas, los escaparates de algunas de las tiendas de animales se llenaron entonces de mapaches y coatíes. Días más tarde, ya estaban conviviendo en los primero hogares.

Y el caso es que, durante los primeros años, todo fue bien. Nada hacía presagiar el fatal desenlace  de lo que parecía una relación idílica entre el  hombre y ese bonito animal de compañía salvo, eso sí, por un pequeño detalle y es que, al fin y al cabo, no eran animales de compañía.
Los mapaches fueron creciendo y, poco a poco,  los primeros  dueños de los mismos empezaron a descubrir que, no era al año, ni a los dos, cuando se convertían en adultos sino que, en realidad, era a partir de los tres cuando llegaban a su desarrollo completo y comenzaba su lucha titánica por sobrevivir en un mundo que, por cierto, ni entendían  ni comprendían. 
Y, así, no tardaron en llegar las primeras mordeduras y agresiones y, con ellas, el abandono… Pero, no crean, el mercado no se desanimó por ello, todo lo contrario, tras los mapaches y coatíes llegaron las serpientes, canguros, iguanas y miles de animales más… La mayoría, desgraciadamente, acabaron igual; solos, perdidos, escondidos durante el día, desplazándose por las noches, corriendo entre los coches, reptando por las calles, cruzando carreteras….
Muchos murieron en el intento de buscar, simplemente, cobijo, algo que comer y agua para beber.
Otros, buscando la naturaleza más cercana a las ciudades se salvaron y, así, ante el asombro de todos, un día empezaron a aparecer  en parques públicos o plazas, literalmente subidos a árboles o escondidos bajo las plantas, aterrados de puro miedo…  

Todos fueron y son recogidos y acogidos en centros especializados como el nuestro. 

Pero, también hubo, entre tantos, otros muchos que llegaron a ríos y montañas donde se hicieron un hueco para vivir a costa, eso sí, de la desaparición en su lucha por la supervivencia de muchas otras especies. 
Fíjense, hace poco las autoridades medioambientales dieron de nuevo los datos. Más de cincuenta especies exóticas distintas viven ya en nuestros parques naturales y, de ellas, veinte han sido declaradas invasoras. Eso significa, directamente, que, otras tantas autóctonas, han desaparecido ya por ello.
Por eso, nuestro entorno  está cambiando a toda velocidad. Animales ayer numerosos, son hoy declarados en peligro de extinción con fecha fija de desaparición… Pero, todo parece dar igual, el comercio de animales salvajes continúa sin fin, sin que nadie asuma la responsabilidad de lo que está pasando. Y es que, al fin y al cabo, si preguntáramos a todos los implicados, ninguno se sentiría culpable por ello. 
Las  tiendas que los venden dirían que la culpa es del cliente que los demanda. 
El cliente que los demanda aseguraría que la responsabilidad es de las autoridades que lo permiten. 
Las autoridades que lo permiten, nos dirían que la culpa es de la oferta y la demanda, es decir,  de la tienda que los vende y del cliente que los compra. 
Y, así, todos, una y otra vez, se declararían inocentes porque, en realidad, todos ellos creen siempre que disparan la única bala de fogueo que existe entre todas las que se lanzan en nuestro país contra la vida… Pero que no se engañen, hace tiempo que, entre unos y otros,  el planeta está siendo, literalmente, fusilado.


Raúl Mérida



Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. Más información en: www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com

5/4/15

Sabor humano

Un animal sólo ataca a alguien si teme que éste pueda atacarlo a él.

A los tiburones, por ejemplo, no les gusta la sangre humana. Cuando atacan a una persona, una vez que le han mordido, se alejan de ella y dejan que su cuerpo se debilite y se desangre antes de volver a devorarlo. El motivo es que el sabor les resulta sumamente desagradable. 

Hubo una época en la que, desgraciadamente, fue habitual para mí pisar numerosos platós de televisión en Madrid y Barcelona. Y digo, desgraciadamente, porque el motivo de mi presencia no era muy agradable que digamos.
Por aquel entonces, había irrumpido con fuerza la presencia de razas que, aunque eran muy desconocidas hasta ese momento, sin embargo, se situaron rápidamente en el tótem de las más vendidas. Me refiero a Pitbull, Rottweiler, American Stanford, etc, etc. 
Los pobres tuvieron tan mala suerte que, en muchos casos, cayeron fatalmente en manos de personas que no sólo carecían de capacidad para tener animales de este tipo, sino que por no tener, no tenían responsabilidad ni para tener a un grillo como animal de compañía.
Sólo tuvieron que pasar unos meses para que comenzaran los problemas. Al principio fue sólo alguna mordedura aislada pero, más tarde, se repitieron con tanta frecuencia los ataques que acabaron rompiendo en mil pedazos aquel viejo axioma de las facultades de periodismo que afirmaban que, no era noticia que un perro mordiera a alguien, sino que alguien mordiera a un perro.
Los medios de comunicación se hicieron eco, uno tras otro, de todos los ataques de perros de presa que se producían y comenzaron a llamarme para poner el contrapunto e intentar explicar lo obvio y es que, algunos de los perros denominados potencialmente peligrosos, no lo eran por raza, estirpe o nacimiento, sino que dicho comportamiento venía, en muchos casos, marcado por sus dueños o por las condiciones en las que se había educado o, mejor dicho, maleducado a éste.

Recuerdo el escándalo general que se produjo en el programa de Ana Rosa Quintana cuando manifesté que, para algunos, tener un perro de presa no era sino una prolongación de su pene. Todos se llevaron las manos a la cabeza. Aún no sé por qué. En realidad, lo que intentaba explicar era tan simple como que había y, me temo que aún hay, personas que buscan en estos animales no un animal de compañía, sino simplemente una imagen, un estereotipo de lo que querrían ser y no son… Ni más ni menos.
Muchas veces me preguntaron en aquellos espacios televisivos, qué tipo de dueño era para mí el ideal para cada uno de esos perros. Siempre decía lo mismo; aquella persona que lo tiene porque se lo ha encontrado, se lo han regalado o le ha dado pena y lo ha adoptado en algún albergue o refugio. Los que sólo buscan un animal potencialmente peligroso porque les gusta, no deberían tenerlo jamás.

A lo largo de mi vida he podido conocer, tratar e incluso pasear  a perros que han matado a personas. No digo mordido ni atacado, por graves que fueran las heridas, digo matado. Siempre me ha impresionado ver sus miradas tristes, vacías y su infinita soledad. Todos esos animales de compañía, tras el ataque, pasaban a  ser seres solitarios sin sombra ni compañía.
También he conocido y cuido a diario a otros animales salvajes que han probado la sangre humana. A aquellos leones, por ejemplo, que atacaron a unos turistas que se saltaron todas las barreras de seguridad y se  acercaron a ellos como si fueran gatos… o aquel otro león que, cuando se acercó una mujer a tocarle a través de la valla en el parque en el que vivía, le arrancó de un solo mordisco el brazo.
Todos ellos viven ahora con nosotros en el Arca y, la verdad, viéndolos de cerca hasta podrían parecen inofensivos pero, si algo han demostrado, es que no lo son.

Recuerdo la primera vez que entré por el pasillo que conforma la doble valla de seguridad que rodea su recinto. Me paré en la puerta de una de las jaulas. Uno de los leones ronroneó contra los barrotes de la misma como si fuera un gato. Me acerqué a él. Sólo nos separaba una simple valla. 
Pude sentir, a través de la misma, cómo su melena se peinaba entre mis dedos. Él estaba tranquilo y yo también… Pero, de pronto, sin más, me miró fijamente, encogió los ojos extrañado por mi atrevimiento o mi presencia tan cercana y, en un momento, sin más,  tensó la calma. Su boca se abrió y rugió con toda su fuerza. Sentí perfectamente la bocanada de calor de su boca. Me envolví en su olor y quedé paralizado por el sonido tan profundo y, a la vez, tan intenso de su garganta.
Entonces recordé de golpe que, aquel animal que se mostraba ahora amenazador ante mí, el mismo que había estado acariciando tan sólo unos instantes antes,  había matado ya en el pasado a varias personas que, seguramente igual que yo, se olvidaron un mal día de que él era, por encima de todo, un león.
Quizás por eso ahora muchos centros ya no lo quieren, seguramente por aquella vieja leyenda de que aquel animal que ha probado la sangre humana volverá a intentarlo de nuevo. Ya ven, el ser humano siempre pensando que sabe a miel cuando  quizás, como  que en el caso de los tiburones, nuestro sabor para ellos es a hiel.

Al fin y al cabo,  para animales que han sido, en muchos casos, sacados de su medio, maltratados, mutilados y hasta finalmente abandonados, ¿a qué podemos saber nosotros? Como mucho, mucho…  a traición y explotación.


Raúl Mérida



Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. Más información en: www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com