¡Queridos reyes magos! ¿Os acordáis de mí?... Soy ese cachorro que dejasteis como presente el año pasado. No se me olvidará nunca. Amanecí una mañana de un seis de enero en una nueva familia.
Mi primer día fue súper especial. Los niños, los padres. Todos se peleaban por estar conmigo.
Pasaron días, semanas.
A los seis meses de edad, ya era un perro adulto. La verdad es que según fue creciendo mi cuerpo, fue disminuyendo su cariño hacia mí. Ya sólo existía rechazo. Si corría me castigaban. Si ladraba me reñían. Si jugaba me ataban. Mi mundo cambió totalmente. Pasé de vivir dentro con ellos a vivir fuera. De dormir sobre la alfombra a hacerlo sobre la tierra.
Mi mundo se fue reduciendo cada vez más y más. Cuanto más grande era menos espacio tenía. Dejé de existir. Me convertí en invisible para ellos. Apenas agua limpia, poca comida.
Y llegó el verano. El calor era tan sofocante que mi cuerpo ardía. Las moscas sobre mi cara. Mi piel llena de llagas.
Una mañana mi dueño decidió olvidarse para siempre de mí. Me subió a un coche y me llevó a un albergue de animales abandonados.
Allí me acogieron mientras él explicaba que ya no podía seguir teniéndome. Me dejó. Recuerdo el sonido de sus pasos alejándose de mí.
Pasé a vivir en una jaula. Diez metros cuadrados para otros tantos perros que, como yo, fueron abandonados por sus dueños. Animales que, como premio a su entrega, recibieron abandono.
Como regalo por su fidelidad, un adiós sin despedida.
Actualmente somos muchos los que vivimos en refugios esperando una nueva oportunidad, una nueva familia a la que demostrarles que, cuando alguien dijo que éramos el mejor amigo del hombre, estaba pensando en nosotros.
¿Qué quién soy yo?... Cualquiera. Ese cruce al que dejaron porque había crecido mucho o aquel otro al que abandonaron porque molestaba. Ese gato que vive en la ciudad sin dueño o ese cachorro que acabó con sus huesos sobre el asfalto.
Perros, gatos...
Regalos de Navidad que, en muchos casos, pasados los primeros meses, acabaron abandonados en la basura como juguetes rotos.
Por favor, recuerden siempre que en el albergue no tenemos animales que sean un regalo pero, sí buscamos dueños que sean un regalo para nuestros animales.
Raúl Mérida