21/1/13

Un día más de perros


22:00 h. del jueves 11 de marzo de 1999.

Acabo de llegar a casa, estoy absolutamente destrozado aunque no más que cualquiera de mis compañeros de la protectora, ha sido un día muy duro
Suena el móvil. 
Me dirijo hacia él con miedo, la verdad, le tengo miedo y con razón, miro casi de reojo al número que aparece y no hay tal número, tan sólo unas 

letras: "POLICÍA LO", lo que traducido en mi mente y en el reducido espacio de la pantalla de mi teléfono significa Policía Local.
Con toda la energía de la que soy capaz en el momento, es decir, con ninguna, contesto. 
- Sí, dígame.
- Oiga, aquí de policía local.
Con resignación, respondo: 
- No, si ya..., sí, dígame.
- Mire, que en la calle Daniel Jiménez Cisneros, por el Plá, hay un perro atropellado. 
- ¿Está aún vivo?
- Sí, pero espere que le cuente. Resulta que el perro era un animal abandonado y alguien lo ha atropellado y no se le ha ocurrido otra cosa que tirarlo vivo en el contenedor de basura y claro una vecina cuando ha ido a tirar la basura ha oído los gritos del animal.  
- Hijo de puta, será hijo de puta..., pero cómo ha podido tirarlo vivo... Bueno voy para allá inmediatamente.

Mientras cojo el ascensor para bajar a la calle suspiro aliviado por no encontrarme a ningún vecino, no he parado de repetir adjetivos del estilo del anterior durante todo el trayecto. Cojo el coche y me lanzo a toda prisa hacia el lugar. Cuando llego, tumbado sobre el asfalto yace un caniche de pelo blanco, su estado es de abandono total, está moribundo y tan sólo unos callados y ahogados suspiros demuestran que sigue con vida, sí, con vida, es decir que sufre y que siente... vamos, que le duele, que le duele respirar, que le duele sentir, que le duele vivir...

Lo recojo del suelo y lo acomodo en el asiento de al lado del conductor, salgo a toda velocidad hacia la clínica veterinaria más cercana donde al menos puedan aliviarle el dolor, el animal no para de quejarse, de pronto un último suspiro y... se acabó. Murió, al final murió. Cojo rumbo al albergue y allí lo dejo.

Luego me marcho para casa y me pregunto, ¿hasta cuando?, ¿hasta cuando tendremos que presenciar escenas como ésta?, ¿hasta cuándo tendremos que esperar para que sentimientos como la compasión, la solidaridad o el respeto sean de verdad compartidos por todas las personas? 
Y sobretodo, ¿hasta cuándo resistiré yo todo esto?




Raúl Mérida