Historias increíbles

Tigres y leones en pisos, pumas en chalets, linces, monos, serpientes...

Historias que ellos no pueden contar

Debemos hacer eco de sus historias; rescates, maltratos...

Historias que podrían haber sido la última

Cachorros, ancianos, con pedigree, inválidos... Da igual su raza y "valor".

Historias de rechazo

Muchos son abandonados cuando dejan de ser "útiles".

Historias de supervivencia

Historias que narran la lucha por sobrevivir al abandono.

31/1/13

Vida



Ésta historia la publiqué en 1996 en el periódico. 

Fue una de las primeras veces que me decidí a dar a conocer la historia de algunos de los animales del centro.
Ésta es la historia de VIDA



¡VIDA!

Nació en una pequeña cueva excavada en uno de los barrios de Alicante. Su madre entre unos botes vacíos, unas bolsas de basura deshechas y una alfombra de jeringuillas usadas, construyó una cuna y uno a uno, según nacían, los fue acomodando en ella. El parto duró poco, en unos minutos cuatro preciosos cachorros abrían sus ojos a la oscuridad de la cueva. 

Las primeras horas fueron muy duras, terriblemente duras. La madre los lamía una y otra vez para protegerlos y se los acercaba ofreciéndoles el calor de su cuerpo. Pero todo era inútil, el frío, la humedad de la noche y sobre todo el hambre, intentaban apoderarse de alguno de sus cachorros. Y al final lo consiguieron, se llevaron al más débil, al más pequeño de todos. Su madre lo apartó con la boca y lo sacó fuera de la cueva. 
Luego volvió de nuevo dentro. No había tiempo para duelos ni tristeza. Sus hijos se agolpaban los unos sobre los otros intentando vencer el frío y ella se tumbó junto a ellos, ofreciéndoles el escaso alimento que su cuerpo poseía. Llevaba demasiado tiempo abandonada. En los últimos días apenas había comido y su cuerpo era un conjunto de huesos tapados por una fina piel. 
Llevaba allí escondida una semana, prácticamente desde que sus dueños, molestos e incapaces ante el parto que se avecinaba, habían decidido dejarla abandonada. 
– Alguien se la quedará – pensaron. Pero sólo la calle fue generosa y se hizo cargo de ella. Le ofreció el asfalto para pasear, los contenedores de basura para comer y una pequeña cueva donde parir. Eso fue todo lo que encontró...

Aquella noche parecía que nunca iba a acabar. El ruido ensordecedor de los cachorros inundaba el eco de la cueva. La madre intentaba acallarlos, pero todo era inútil, lloraban y lloraban. 
No quería que nadie supiera que estaban allí. Y al principio lo consiguió, pero al cabo de unas semanas alguien los descubrió. Ella defendió ferozmente a sus crías y a su escaso territorio de apenas medio metro. No dejaba que nadie se acercara, que nadie les tocara... Sabía que sus crías corrían peligro y quería defenderlas a toda costa. 
Todo fue inútil, no sé quien fue, ni porque lo hizo, pero alguien cogió un depósito de gasolina, roció la entrada de la cueva y le prendió fuego. Luego se marchó.
Ella con su cuerpo débil y tembloroso, cogió uno a uno a sus cachorros y los metió tan adentro como pudo y allí se tumbó junto a ellos...

Un vecino que vio la escena se lanzó a apagar el fuego y nos llamó. Todos estaban muertos.
Cuando llegamos vimos la entrada de la cueva calcinada. Las llamas no habían llegado hasta dentro pero sí los gases, que como un veneno se habían instalado en sus pulmones. Empezamos a sacarlos uno a uno, primero a la madre, luego a una de las crías, luego... Y entonces se produjo el milagro. Oímos unos gritos, unos pequeños ladridos que nos llegaban desde el fondo. Alguien gritó ¡vida, hay uno con vida dentro!... No sé, aún no sé como pudo salvarse, pero allí estaba, un precioso cachorro apareció ante nosotros aferrado a la vida. Y así le llamamos, Vida.


Raúl Mérida

Con la vida no se juega


En España todos los días cierra un albergue o refugio de animales desde que empezó la crisis. Es común entre los "animaleros" recibir diariamente fotos de perros que buscan, ya no familias, sino tristes jaulas disponibles para ellos.
España: 0 point!". Si actualmente se hiciera una valoración de la situación en la que se encuentran los animales en nuestro país la puntuación sería muy fría, bajo cero.
Al fin y al cabo, si durante la gran ola de la burbuja económica se abandonaban animales ¿Qué podemos esperar ahora?


Evidentemente, cuando no hay para todos comienza el reparto. Es en ese momento en el que la sociedad suele dejar en el último puesto a los animales. Pero se equivocan, lamentablemente se equivocan.
Déjenme ponerles algunos ejemplos: la enfermedad de la rabia provoca cada año más de 40.000 casos de muerte de personas. Los países principales donde se produce no piensan que recogerles de la calle cuando están abandonados sea un tema prioritario. Sin embargo, hacerlo es mucho más barato que el gasto que producen todas esas muertes. Y eso sin contar, por supuesto, con el sufrimiento tan brutal que todas ellas conllevan.Por cierto que la mayoría son niños.

No obstante, me imagino que estarán pensando que eso ocurre en sitios lejanos y tercermundistas. Volvamos, pues, a nuestro "avanzado entorno".
La Dirección General de Tráfico, la DGT, registra anualmente más de 6.000 accidentes de tráfico en nuestro país motivados por animales. De éstos, más de 300 tienen víctimas. ¿Creen que los familiares de las mismas pensaran que es un esfuerzo innecesario contar con centros adecuados para la recogida de los mismos?
¿Y qué decir de los animales exóticos y salvajes que son abandonados o que se escapan de sus dueños? El rescate de los mismos también es esencial. En los últimos años, hemos recogido conjuntamente con la Concejalía de Sanidad y el Ayuntamiento de Alicante, cocodrilos en fuentes, tigres abandonados en descampados, leones atados a la barandilla de una discoteca, serpientes pitones sueltas por la calle, boas, etc, etc.
Es un tema de protección de animales, sí, pero también de personas. No se olviden, también de personas.
Desde aquí, más allá de las fronteras de nuestra provincia, pido a ciudades como Madrid, Barcelona o Sevilla, por ejemplo, y a muchas más, que ayuden a que se mantengan los albergues y refugios de su ciudad. Es un tema primordial de respeto y seguridad.Recuerden, con la vida no se juega.



Raúl Mérida

29/1/13

El sufrimiento

Cuentan que, hace muchos años, en Sevilla, uno de sus más afamados imagineros recibió el encargo de elaborar la imagen que sacarían los costaleros de la parroquia del barrio más flamenco y popular de la ciudad, el de Triana. 

La orden de trabajo era escueta: Tallar la imagen del sufrimiento hecho Jesús.
El artista comenzó a pensar y pensar en como dar a luz al crucificado, como representar su agonía, su dolor. Construyó una cruz y, sobre ella, depositó el cuerpo de Jesucristo hecho madera. Talló sus manos ensangrentadas, sus pies clavados... Y cuando hubo acabado, empezó a dibujar su cara con un cincel y un martillo.

Decenas de miradas, de gestos, se sucedieron sobre las betas del tronco pero, ninguna acababa de alcanzar la idea que tenía en su mente, ninguna representaba el dolor vestido de sangre. Así que, una tras otra, las fue destruyendo mientras la inspiración del artista se negaba a dar forma a la cara de Jesús.
Abandonó impotente la talla y decidió ir a hablar con quien se la había encargado, para renunciar a la realización de la misma. Emprendió camino hacia la parroquia cuando, de pronto, vio un tumulto de gente en la calle. Se acercó y se encontró a dos hombres peleando.

Inesperadamente uno de ellos sacó una navaja y atravesó el corazón del otro. 
Agonizando sobre la acera, reconoció la cara del herido. 
Era un joven "cantaor" al que se conocía en el barrio por el apodo del "cachorro". Minutos después la vida abandonaba su cuerpo y la muerte se instalaba en él. Cuando iban a retirarlo de la calle, el artista pidió a sus familiares que, el cadáver del muchacho, reposara durante unos minutos en su taller cercano. Serían sólo unos instantes.
Había encontrado el rostro de Cristo. El cuerpo del joven fue llevado hasta allí y el escultor trasladó su gesto de dolor al crucificado, copiando hasta la forma de su garganta.
Y se produjo la Obra de Arte. 
Hoy en día, el "cachorro de Triana" es patrimonio de la humanidad y, todas las primaveras, recorre las calles de Sevilla en solemne procesión. Aquel artista encontró lo que buscaba en la calle. Buscaba la muerte y la encontró en la vida... Y le dio forma.

Por eso a veces, cuando veo a los animales en sus jaulas me gustaría poder mostrar su sufrimiento, su sentimiento... 
Saber esculpir su dolor. 
Dar forma a sus gritos, a sus llantos.
Retratar tanto sufrimiento.
Y tallar sobre el aire todo lo que ellos sienten...
Quizás entonces algunos entenderían lo que, de verdad, se esconde tras cada una de estas historias.



Raúl Mérida

24/1/13

Yo, de mayor, quiero ser un piso


Yo, de mayor, quiero ser un piso. Uno de esos con dos o tres dormitorios, su cocina y su aseo. Me da igual grande que pequeño, pero, lo tengo claro, yo, de mayor, quiero ser un piso, porque todos lo desean. Si el inquilino no lo quiere, lo quiere el dueño. Si el dueño no lo quiere, lo quiere el banco. 
Un piso lo quiere todo el mundo. Tiene cuatro años. Puede que para un perro no sea mucho. Al fin y al cabo, no son más de veinte en una persona.

Pero para un animal abandonado, en busca de familia, cuatro años pueden ser una eternidad. Quizá por eso, cuando su dueña se vio obligada a entrar en una residencia por graves problemas de salud y, sobre todo, de soledad, nos llamaron para recogerlo. Dicen que habían intentado encontrarle otro hogar, pero que no lo consiguieron. 

Hoy "Quisco", así se llama nuestro protagonista, vive en el albergue de Alicante. Representa a otros muchos perros que, como él, reciben olvido como premio a toda una vida dedicada a sus dueños. A menudo los traen los hijos cuando sus padres enferman o fallecen. En estos últimos casos siempre suele ocurrir igual. Ninguno de sus familiares quiere al perro, al canario o al gato.
Pero, eso sí, todos quieren el piso donde la persona vivía. Nunca escuché de un apartamento que los herederos abandonaran. Nunca conocí chalet, bungalow, piso o vivienda olvidada por los hijos cuando su padre o su madre fallecen.

Sin embargo, no puedo decir lo mismo de los animales que en ellos vivían. He visto entrar en el albergue a muchos. Llegan hundidos, tristes de pura pena al sentir que han fallecido aquellos a los que adoraban. Huérfanos de dueño. Con la mirada clavada en el suelo. Orejas gachas y rabo entre las piernas.
Los traen los famosos herederos, hombres y mujeres de carne y hueso que dicen siempre no poder tenerlos mientras escrituran el resto de bienes a su nombre. Está claro, el ser humano ama el ladrillo. Adora pasillos, salones y dormitorios. En fin.

Quién sabe si, a base de tanto amor, no acabará también teniendo el corazón de hormigón y cemento. Quisco vive en la Jaula número 8 del albergue de animales abandonados de Alicante. Es pequeño, tranquilo y muy reservado. Ajeno a cualquier algarabía, no sabemos si es triste por carácter o porque la vida no le ha dado muchas alegrías. Camina despacio hacia su paseo diario y vuelve también sin prisa hacia su jaula, sabiendo que mañana será igual que hoy, otro día lleno de recuerdos del pasado que tendrá poco a poco que aprender a olvidar



Raúl Mérida

21/1/13

Rosa y Niño


En el año 1999 publiqué esta historia en el periódico... ¿Qué habrá sido de ellos?



Llegó al albergue en Taxi. Arrastraba una pierna y caminaba apoyándose sobre una muleta. Con la otra mano llevaba cogido a Niño, su perro. Cuando llegó hasta mí me contó porque tenía que dejarlo en el albergue y luego me pidió que lo cuidáramos. Yo tras prometérselo, le dije que por favor me escribiera su historia. 


Y ésta es:

"Hola, me llamo Rosa y tengo 30 años. Hace 15 conocí a mi marido, él era entonces un chico alegre y por cierto bastante guapo, conmigo era muy atento o al menos así quería creerlo yo. 

Cuando cumplí 17 años me pegó la primera paliza, lo recuerdo porque fue el día de mi cumpleaños. Bebió más de la cuenta y perdonadme si no recuerdo cual fue el motivo de sus golpes. Sólo sé que me sentí culpable, culpable, triste y abandonada... luego llorando me pidió perdón y yo le perdoné. Eso sí, le dije: <<Si vuelves a hacerlo, te dejaré>> pero volvió a hacerlo y nunca tuve valor para dejarlo. Siempre, una y otra vez lo perdonaba. En fin, supongo que estaba enamorada de él.

Con 20 años me casé, si ya sé que deben estar pensando que fui tonta, pero estaba sola y, y no sé, seguramente le quería. Eran demasiadas cosas, demasiadas presiones, la verdad es que él me seguía pegando pero nadie se enteraba, al día siguiente me inventaba mil excusas diferentes para ocultar el rastro de los golpes en mi cuerpo...
Muchas veces pensé en dejarlo, en marcharme y empezar de nuevo pero, pero nunca encontraba el momento oportuno para hacerlo, al fin y al cabo, estaba convencida de que yo ya no valía nada.
Un día cuando volvía de hacer la compra, con la mirada triste, como siempre perdida en el suelo, me encontré allí abajo con unos ojos que me miraban. Era un perrito pequeño de apenas dos o tres meses que me movía el rabito, su cuerpo era una bolita peluda con cuatro graciosas patitas y dos grandes orejonas . Me empezó a seguir y, y no pude resistirme y me lo llevé a casa.
Lo llamé Niño, ¡mi niño!, y las primeras semanas lo escondí, yo siempre estaba sola así que no fue difícil, pero al final mi marido lo descubrió. Lo encontró llorando en una cajita de cartón que yo le había preparado y aquella noche recibió su primera paliza...
Y así siguieron pasando los días, las semanas, los meses... A veces la emprendía a golpes con "Niño" y cuando éste se escondía, seguía conmigo. Después se marchaba y nos quedábamos los dos solos, abrazados y temblando, llorando desconsolados...
Gracias a él aguanté, dejé de sentirme sola y pude seguir viviendo...
Hace unos días llegó a casa más enfadado de lo normal. Bebido, como siempre, abrió la puerta a golpes y Niño corrió asustado a esconderse bajo la cama. Desde el salón podía sentir su respiración agitada y su cuerpo temblando. 
Mi marido comenzó a insultarme, después me arrastró por toda la casa y a golpes me tiró sobre el suelo, luego se abalanzó sobre Niño. Tumbada oí sus gritos, pero no podía moverme, después perdí la conciencia y ya no recuerdo más. Cuando desperté había sangre por todas partes y Niño lamía sus heridas y las mías, intentando curarlas. 
Cuando pude ponerme en pie me marché, busqué un lugar donde quedarnos los dos, pero nunca había sitio para Niño, así que al final lo tuve que dejar en el albergue. 
Cuando me despedí de él, sólo podía llorar, le besé tantas veces como pude y le deseé un buen dueño, alguien sin tantos problemas, alguien distinto a mí. Después me marche de nuevo sola y llena de remordimientos, en busca de una nueva vida".


Rosa volvió 3 semanas después al albergue y se llevó a Niño, ahora intentan reconstruir juntos una nueva vida.



Raúl Mérida

Las 1000 excusas más oídas para abandonar


LAS 1000 EXCUSAS MÁS OÍDAS PARA ABANDONAR UN PERRO/GATO EN EL ALBERGUE


1 - El perro ha crecido demasiado y ya no lo puedo tener en casa. Me comprende, ¿verdad? ¡Pues venga que tengo prisa!. ¡Oiga la correa me la llevo!.
2 - De pequeño era muy mono pero ahora le han crecido mucho las patas y las orejas. Yo me había hecho otra idea. Lo dejo, ¿eh? Por cierto, ¿puedo mirar los cachorros a ver si veo alguno de los que me gustan?. ¡No hombre, no se preocupe, qué cosas tiene, si luego de mayor no me gusta lo traigo aquí!...

3 - Me araña las piernas con sus uñas y, en invierno, tira que te va, pero ahora, en verano, voy a la playa y estoy hecha un adefesio...
4 - La encontré hace dos años y la he traído para ver si aparece el dueño, ¿usted cree que...?
5 - Está enfermo, me da asco. La verdad que yo nunca me he acercado a él pero ahora... ¿si me pega algo?.
6 - He ido al veterinario porque mi perro de trece años ha enfermado y me ha aconsejado que lo eutanasie. Pero yo, ni hablar. Yo no le hago eso a mi perro. Lo dejo aquí y si se tiene que morir que se muera, pero yo no lo quiero ver. 
7 - El niño ya no quiere el perro y soy yo la que cargo con él y estoy harta, ¡harta!.
8 - Me he quedado con el hijo y no quiero ya a la madre que es mayor. ¿Me entiende?.
9 - Es que ha venido mi suegra de vacaciones y a ella no le gustan los perros, así que he aprovechado y como a mí tampoco me hacen mucha gracia, pues con la excusa...
10 - Mire, que me he traslado de casa y no me cabe en la nueva.
11 - Es que me he comprado un tresillo nuevo y no quiero que me lo estropee. Yo siempre que se ha subido le he pegado pero ahora con el nuevo... ¿Y si tengo un descuido?.
12 - He vendido el chalet y no lo quiero en el piso. Allí sí, por que no entraba en la casa, pero aquí , ¡ni pensarlo!.
13 - Me llena toda la casa de pelos y luego tengo que estar todo el día detrás de él. Es que es viejo y lo mancha todo y así no hay quien pueda, ¿sabe?.
14 - El médico me ha diagnosticado alergia a la humedad y claro con el perro/gato...
15 - Estoy embarazada y no puedo tenerlo. Mi familia no quiere en absoluto y la de mi marido tampoco y a mí, a mí me da mucha pena, lo siento..., no puedo hablar.
16 - Tengo que ingresar en una residencia .No puedo vivir solo y no me dejan tener perros. Mis hijos... Ninguno lo quiere. Lo tengo que dejar aquí. No puedo...
17 - Crucé a mi perra/gata que es de pura raza para vender los cachorros y me quedan tres pero no los quieren, así que se los regalo. ¿A qué son bonitos?.
18 - He cruzado a mi perra porque me han dicho que es bueno para ella, así que aquí tiene los cachorros. Los colocarán, ¿verdad?.
19 - Mi mujer y yo nos hemos separado y ella quiere el perro y yo , pues, también. Con tal de que no lo tenga ella... Así que... ¡Para ninguno de los dos! Se queda aquí. ¡Se acabó!.
20 - Me voy de vacaciones y no tengo con quien dejarlo... ¿Residencias?. ¿Está usted loco?. ¿Sabe lo que cuestan?. No, lo dejo aquí, si total... Yo ya no podía tenerlo.
21 - Me da miedo toda la historia esta de las mordeduras y los ataques. ¿Morder? No, nunca ha mordido a nadie. ¡Si es muy bueno!.
22 - ¡Pues no que leo el otro día que nos quieren poner una tasa por el perro!. Pero... ¿qué se han creído?.Aquí les dejo los cuatro y el impuesto que lo pague su tía... 



Y así hasta 1000.



Rául Mérida

Un día más de perros


22:00 h. del jueves 11 de marzo de 1999.

Acabo de llegar a casa, estoy absolutamente destrozado aunque no más que cualquiera de mis compañeros de la protectora, ha sido un día muy duro
Suena el móvil. 
Me dirijo hacia él con miedo, la verdad, le tengo miedo y con razón, miro casi de reojo al número que aparece y no hay tal número, tan sólo unas 

letras: "POLICÍA LO", lo que traducido en mi mente y en el reducido espacio de la pantalla de mi teléfono significa Policía Local.
Con toda la energía de la que soy capaz en el momento, es decir, con ninguna, contesto. 
- Sí, dígame.
- Oiga, aquí de policía local.
Con resignación, respondo: 
- No, si ya..., sí, dígame.
- Mire, que en la calle Daniel Jiménez Cisneros, por el Plá, hay un perro atropellado. 
- ¿Está aún vivo?
- Sí, pero espere que le cuente. Resulta que el perro era un animal abandonado y alguien lo ha atropellado y no se le ha ocurrido otra cosa que tirarlo vivo en el contenedor de basura y claro una vecina cuando ha ido a tirar la basura ha oído los gritos del animal.  
- Hijo de puta, será hijo de puta..., pero cómo ha podido tirarlo vivo... Bueno voy para allá inmediatamente.

Mientras cojo el ascensor para bajar a la calle suspiro aliviado por no encontrarme a ningún vecino, no he parado de repetir adjetivos del estilo del anterior durante todo el trayecto. Cojo el coche y me lanzo a toda prisa hacia el lugar. Cuando llego, tumbado sobre el asfalto yace un caniche de pelo blanco, su estado es de abandono total, está moribundo y tan sólo unos callados y ahogados suspiros demuestran que sigue con vida, sí, con vida, es decir que sufre y que siente... vamos, que le duele, que le duele respirar, que le duele sentir, que le duele vivir...

Lo recojo del suelo y lo acomodo en el asiento de al lado del conductor, salgo a toda velocidad hacia la clínica veterinaria más cercana donde al menos puedan aliviarle el dolor, el animal no para de quejarse, de pronto un último suspiro y... se acabó. Murió, al final murió. Cojo rumbo al albergue y allí lo dejo.

Luego me marcho para casa y me pregunto, ¿hasta cuando?, ¿hasta cuando tendremos que presenciar escenas como ésta?, ¿hasta cuándo tendremos que esperar para que sentimientos como la compasión, la solidaridad o el respeto sean de verdad compartidos por todas las personas? 
Y sobretodo, ¿hasta cuándo resistiré yo todo esto?




Raúl Mérida

16/1/13

España es tierra de burros


Antiguamente, como saben, eran utilizados éstos para auxilio de personas en el campo y en sus desplazamientos. No podían usar otros medios, no existían. Aquellos desdichados tiraban de pesados arados, de carros cargados y trasladaban a personas de un lugar a otro. Era la única posibilidad en un mundo aún por desarrollar.
Pero llegó el progreso y, con éste, tractores, camiones y furgonetas. Los animales comenzaron a descansar. Se crearon refugios, reservas y albergues donde curaban las heridas del cuerpo y olvidaban las del alma. 
Sin embargo, cuando parecía que lo peor había pasado, llegaron algunos seres de esos que caminan a dos patas que no pararon hasta idear un sistema para seguir viviendo de nuevo a costa de ellos. Se crearon, entonces, puestos de feria, espectáculos ambulantes donde, a cambio de dinero, se ofrecía dar una vuelta sobre el costado de viejos burros y asnos, deslomados por la vida. 

¿Creen que les hablo del pasado? Se equivocan. 
Este diciembre pudo verse uno de éstos en la feria del pueblo de Sant Joan d'Alacant para vergüenza de todos. Luego llegaron los carruseles de ponys. Cinco o seis animales, atados unos a otros, dando vueltas y más vueltas en círculo, portando sobre sus cuerpos a aquellos que pagan dinero para montarlos.

Y la historia continúa.
En estos momentos todos estos animales andarán ya camino de otra feria donde, de nuevo, se verán envueltos entre miles de luces de colores, música ensordecedora, ruido de sirenas, gritos de gente, olor a humo y a aceite refrito... En fin, "el mejor ambiente", qué duda cabe, para estos animales de vista, oído y olfato súper desarrollado.
Pero no pasa nada. Nunca pasa nada.
Aunque por el camino se quede la vida de todos éstos que, cuando mueran, habrán pasado toda su existencia dando vueltas y más vueltas sobre sí mismos para que alguien gane dinero con ello. Y, al final, uno se pregunta siempre quién es quién. Porque, al fin y al cabo, sí, aquel pobre animal que camina a cuatro patas es un burro.
Pero aquel otro que lo hace a dos sin respetar a nada ni a nadie, intentando aprovecharse de un ser indefenso y, creyéndose encima más listo que nadie, también lo es y, además, muy, muy peligroso.

Solicito desde aquí formalmente a las autoridades municipales de toda España que adapten sus ordenanzas municipales para que, por favor, se prohíba terminantemente y, de una vez por todas, este tipo de espectáculos por respeto a la dignidad de los animales y a la del ser humano. Muchas gracias.


Raúl Mérida

10/1/13

Gaspar es nombre de rey

Las llamadas desde el Ayuntamiento se sucedían: -"Un edificio de Alicante, en la calle José Luis Barceló, está siendo desalojado. Se ha hecho para proteger la vida de los ocupantes del mismo", me informaban.

La verdad es que lo sabía. Aquella mañana había leído la noticia en este mismo periódico. Por lo que me llamaban a mí desde Sanidad y desde Asuntos Sociales es porque muchas de esas personas tenían animales y necesitaban que, al menos durante unos días, nos hiciéramos cargo de ellos.


-"¡Claro! Es normal - pensé -¿Cómo no caí antes?". El Ayuntamiento había cuidado que las familias fueran alojadas en un polideportivo mientras les buscaban una casa, pero ¿qué podían hacer mientras tanto con los animales?.
A las cinco en punto, a la hora solicitada, estábamos allí.
Nada más llegar vi a Gaspar Mayor. 
El gerente del Patronato Municipal de la Vivienda estaba atendiendo a todo el mundo. Hablaba con las familias y, con todo el cariño y la paciencia del mundo, les explicaba a cada una de ellas que aquella actuación se hacía sólo por su bien, por su seguridad y que serían atendidos todos ellos. 
Pude saludarle personalmente y escuchar algunas de sus palabras, todas cargadas de humanidad y comprensión, dirigidas a aquellos pobres vecinos que perdían en muchos casos lo único que tenían, un techo bajo el que vivir.
Mientras tanto, educadores y trabajadores sociales tampoco paraban. Ellos atendían todas las necesidades de cada persona y les intentaban tranquilizar. Sabían que no era fácil para ninguno de ellos. En aquel edificio quedaban los recuerdos de toda una vida. 
También la Policía Local atendía y cuidaba por la seguridad del lugar. Los vecinos bajaban sus pocas pertenencias a la calle. El ir y venir de la gente era continuo.
Nos presentamos e inmediatamente buscaron a las personas que tenían animales en sus casas. Uno a uno, sin querer, pero sabiendo que era lo mejor para ellos, los fueron bajando de sus pisos.
Un gato, otro y otro más.
Perros, canarios y hasta un periquito fuimos acomodando en la furgoneta para llevárnoslos de allí.
Hubo lágrimas de despedida y abrazos a sus animales.
Sabían que no podían llevárselos, pero también tenían una promesa: sería sólo durante unos días.

Y así fue. Durante las fiestas, poco a poco, muchos de ellos fueron pidiéndonos que se los devolviéramos y, como si fuera un regalo de reyes, recuperando a sus animales.
Primero una familia, luego otra. Cada llamada que recibíamos era una fiesta. Por un lado, significaba que esas personas ya tenían una nueva vivienda. El Ayuntamiento, desde Asuntos Sociales y el Patronato de la Vivienda, iba cumpliendo su palabra.

Y, por otro, lo reconozco, era tan emocionante vivir historias de animales del albergue con un final feliz.




Raúl Mérida